Roxana Zúñiga Quesada, periodista
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En estos tiempos del rey mercado (cuando todo se puede comprar y vender) conocer a esta mujer representa algo así como obtener una cama tibia y una sabrosa sopa tras subir el Chirripó.

¡Qué dama tan admirable! Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz de 63 años y originaria de Birmania, afronta un nuevo juicio de la deplorable junta militar que desgobierna el país desde 1962.

A los gorilas de verde olivo no les basta con los 13 años que la han encerrado en la casa para contener su epidemia de dignidad y libertad.

Su condena expiraba este 27 de mayo, pero los generales, locos de horror por liberar a tan “peligrosa criminal”, inventaron un nuevo delito: violar su encarcelamiento domiciliario.

Y la llevan otra vez a los tribunales porque un norteamericano, sin su consentimiento, nadó hasta su hogar ubicado al lado de un lago. Esa es la excusa para recluirla, probablemente, otros cinco años. ¡Cuánto miedo!

El objetivo de esta sucia jugarreta es que no participe en el próximo proceso electoral, del que no se requiere una bola de cristal para saber quiénes ganarán.

Ante estos ejemplos es que me pregunto la razón de existir de la ONU, una organización internacional llena de botellas con traje Armani y corbatas de seda italiana.

Esta entidad tiene tanto poder como un pollito en una bolsa.

Y las potencias industriales de seguro contabilizan marcados intereses estratégicos en la zona porque han permitido una dictadura de tan vieja data.

Luto por la libertad.