Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Poco a poco llegan los aires de ciprés y tamal, y con ellos la mercadería nueva al gran bazar nacional “Portamí”.

Cada vez que pagamos el marchamo, cancelamos impuestos adicionales al seguro obligatorio. Ellos son el del ruedo, el del Ministerio de Hacienda, el del Cosevi y el de las municipalidades.

Si ese dinero se tirara a un río tendría más provecho para los conductores, pues lo que se recauda, se evapora en la selva burocrática de las instituciones públicas.

Las calles eructan huecos, desniveles y “muertos”.

¿El responsable? Teté…, pues ninguno de los involucrados acepta su ineficiencia y achacan los horrores a la falta de presupuesto.

Con las denuncias de las irregularidades se daría la vuelta a Saturno.

Otra cosa: el Seguro Obligatorio de Automóviles aumenta para los carros particulares y las motos, pero se rebaja para los buses y taxis. Un premio para un sector del transporte público contaminante, sucio y peligroso (¿A cuántos choferes de bus los han detenido con tragos?)

¿Por qué beneficiarlos por nada? Con ese dinero debería crearse un fondo que se dedique a sembrar árboles en la capital y otras provincias. Aire limpio es lo que necesita San José.

El país no oye ni habla; no razona ni medita. Todo pasa y a pocos les importa; las excusas reinan. Y lo peor es que no se avizoran cambios ni con una campaña política en marcha.