Alexander Aguilar, enviado
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En su mundo charrúa andan por Guatemala los uruguayos que acompañan a la selección de su país, llámese prensa y algunos aficionados que buscan los autógrafos de las estrellas europeas.
No es difícil identificarlos por dos razones, principalmente. Cuando se ven, se dan un beso en la mejilla y por lo general cargan su té de mate. Dos características para que no pasen desapercibidos.
Siguiendo con los adversarios del repechaje, los charrúas fueron los aborígenes del territorio delimitado por el Río de la Plata, el Río Uruguay y hasta el Río Ibicuy, en el sur de Brasil. De ahí el “mote” con que se conoce a los uruguayos, hombres de fútbol por excelencia, desde los primeros piques que se conocen en la historia federada.
Hombres de fuerte carácter, si no que lo diga el mismo seleccionador de fútbol, Óscar Tabárez, quien ayer alzó la voz contra el tema de la cancha sintética del estadio Saprissa: “no quiero que me pregunten más de este tema, ya estoy harto con eso”.
En el fútbol también son de fuertes entradas. La historia guarda un apartado especial para “la garra charrúa”, aunque un poco venida a menos.
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