Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
asaenz@liturgo.org
Singular y desconcertante el texto que se nos propone. Con lenguaje apocalíptico y todo tipo de imágenes simbólicas e imaginativas, se nos habla del final de los tiempos, cuando se consuman los siglos. Jesús usa la Escritura como testimonio cósmico de esos últimos días. Si las cosas serán como dice el texto no lo sabemos. Pero el fin vendrá irrevocablemente. Las fechas nadie las conoce, pero ciertamente el Hijo del hombre “regresará lleno de poder y de gloria”, y todos los elegidos, sus seguidores, “serán congregados de un extremo del otro del universo”.
El texto, además, serena a los creyentes, porque esos anuncios aterrorizantes, con visiones tremendas, en nada afectarán a los discípulos de Jesús.
Pero el problema es que el ser humano de hoy vive ebrio de sus adelantos y avances científicos y culturales. Por ellos renuncia a Dios y sobre todo a su amor, adorando el dinero, luchando por el poder absolutizado, ansiando un placer enfermizo y manipulador. A estos dice Cristo: “el fin está cerca, a la puerta”. Y si el fin del mundo no sabemos cuándo será porque la fecha nadie la conoce, ciertamente para mí podría ser muy pronto. Tarde o temprano, aunque viva muchos años, el fin me llegará y producirá mi desmoronamiento. Por ello, debo acercarme al Señor con sensatez, imitarlo en su proceder, estar atento a los signos de los tiempos y vivir amando a Dios sobre todas las cosas, amando entrañablemente al prójimo, como a mí mismo.
Cristo dice que no pasará esta generación antes de que todo esto suceda. Habla de la generación de los creyentes, de los que siguen firmes en la fe.
© 2009. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.