Tegucigalpa/AFP. - Con un vasito de plástico, su alba y estola transparentes de tanto uso, el combativo padre Andrés Tamayo desafía al gobierno de facto de Honduras y a la Iglesia católica con su misa dominical en el encierro de la embajada de Brasil, ante el derrocado presidente Manuel Zelaya.
Tamayo, de 52 años, es guía espiritual del mandatario.
“Conforme a mi conciencia, respondo al desafío del tiempo, del momento histórico. Trato de ser fiel a Dios y al pueblo. No soy político, soy lo que soy: un hombre de paz”, dice este sacerdote de origen salvadoreño de rasgos indígenas y piel curtida por el sol.
El 28 de junio en que Zelaya fue derrocado en un golpe de Estado y enviado en pijama a Costa Rica, con los fusiles apuntándole, Tamayo hizo una pausa en su campaña ecologista para sumarse al frente de resistencia.
Cuando Zelaya regresó sorpresivamente del exilio el 21 de setiembre y se refugió en la embajada brasileña, el cura fue a hablarle y de una vez se quedó en el grupo de unos 50 que entraron con el presidente, entre familiares, seguidores y periodistas.
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