Ana Coralia Fernández, periodista
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Invitada por los amigos cuenteros de Bucaramanga, en Colombia, al Festival de Cuentos Abrapalabra en su décimo quinta edición, les escribo queridos lectores desde aquí, con mis primeras y profundas impresiones de esta ciudad legendaria.
En la noche y desde el avión, Bucaramanga surge de la montaña como una flor de luces. Una fila se inyecta en la oscuridad del monte sin final preciso, por lo menos para mí.
Colombia es un país conocido y desconocido a la vez; dibujado y descrito en imposibles desde la literatura y las noticias.
Su gente amable, hospitalaria, dicharachera, amistosa, consigue hacernos sentir en casa. Sin embargo, todos sabemos que un pueblo también es muchos pueblos y no hay necesidad de palpar otras realidades para saber que existen y que se sufren. Aún así, en medio de esa herida abierta que para estos hermanos representa el secuestro, la guerrilla o la zozobra del silencio en la montaña, hay espacio y tiempo para sacarle a las palabras y a los cuentos ese bálsamo tibio para el alma.
¡Si ustedes vieran a los viejos y a los niños! Si estuvieran aquí, sabrían que en medio de todo se abre paso la esperanza.
La gente cuenta. Los hombres y las mujeres cuentan. Los de adentro y los de afuera cuentan. Como hace siglos, las personas cuentan. Colombia cuenta.
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