Si Costa Rica se atiene al santo y no lo reza, de poco servirá la llegada de Lavolpe, que lejos de llevar el “San” delante de su nombre, es simplemente un técnico, mortal, bastante costoso, por cierto.

A nuestra “Sele” no le cae nada mal un hombre de altos quilates, exmundialista argentino en sus años de jugador, exmundialista con México en su etapa de técnico, pero la llegada de un connotado de los banquillos nada garantiza a nuestro alicaído fútbol.

Tengámoslo claro. Maturana (que en paz descanse en nuestra historia futbolística) queda a mano como el mejor ejemplo. Quién puede dudar del mejor técnico que ha tenido Colombia. Sin embargo, llegada la hora de las presiones, las exigencias fundamentadas y las sin sentido, las limitaciones y las críticas, el ambiente dejó de seducirlo.

Lavolpe es hombre de pocas pulgas, según advierten los periodistas mexicanos, quienes mejor lo conocen, en contrapeso de su indiscutible calidad como estratega. Ofrecerle una millonada –su premio por ir al Mundial rondaría el millón de dólares – no incluye garantía.

Aquí no tendrá a los jugadores mexicanos, ni los fogueos que disfrutó en sus cuatro años con la selección azteca: rumbo al Mundial enfrentó a Holanda, Francia, Alemania, Brasil y cuatro veces a Argentina. De su capacidad para adaptarse a la realidad tica dependerá en buena medida las posibilidades de éxito. Es ahí, donde los “Made in Costa” suelen tener ventaja, aunque con menos colmillo.

En compensación, jugársela con un renombrado como Lavolpe tiene ingredientes favorables: los clubes suelen escucharlo más y arranca con el respeto de los jugadores. Si esa será nuestra apuesta, si pagaremos el dinero que nunca hemos tenido, debe saberse que necesita fogueos, tiempo, futbolistas... El “santo” no alcanza. Menos, si no es santo.