Mario Cordero, corresponsal GN y Rodolfo Martín
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Pérez Zeledón, San José.- La última sensación que tuvo Carlos Villalobos Bolaños, el día del accidente, fue haber salido despedido por el aire, después de perder el control del volante de su vehículo, al parecer, víctima del cansancio.
El sábado, se había levantado a las 3 a.m., en su casa en el barrio Santísima Trinidad en San Rafael de Heredia, para viajar con su esposa y una nieta a La Cuesta, en Corredores donde visitarían a unos amigos.
Sin embargo, a las 11:45 a.m., cuando se aproximaba al puente sobre el río Caña Blanca, entre Buenos Aires y Osa, salió por los aires hasta caer dentro del cauce.
“Eso fue un milagro, volvimos a nacer”, dijo ayer emocionado Carlos frente al hospital de Pérez Zeledón, donde su esposa Cecilia Fernández yace internada.
La nieta, Pamela Villalobos, de nueve años, también sobrevivió.
A su juicio, ello fue posible “gracias a Dios y a que íbamos con el cinturón de seguridad puesto”, agregó.
El momento más difícil fue verse atrapado en el carro y sin poder salir porque las puertas estaban trabadas.
“Con los pies quebré el parabrisas y así pude salir, mientras que mi señora, que iba al lado mío, se quejaba mucho del dolor. Me sentí impotente porque ella estaba prensada entre la chatarra”, añadió el conductor.
La nieta, por su parte, quebró la ventana y salió del auto por sus propios medios.
“Hoy quiero dar testimonio de que Dios y el cinturón de seguridad no salvaron a los tres”, reiteró en tono emotivo este chofer que se gana la vida como transportista. Colaboró: Alfonso Quesada.
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