Ana Coralia Fernández, periodista
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Considerando que conducir en Costa Rica es un reto temerario, a lo mejor podemos apertrecharnos con estas nuevas letanías a las que, quienes deseen protegerse más allá del cinturón, pueden echarle una mano y responder a cada frase:
Si voy por la pista a Caldera, ¿y una “lágrima” me espera…?
Todos: ¡Líbranos de la platina y también del terraplén!
Si atascados en la presa, nos morimos de pereza y hasta que pasen cinco horas no arribamos a Alajuela…
Si en la ruta 27 se despeña la ladera, se me arrugó todo el carro y ya no fuimos a Caldera…
Si es la ruta 32, la de las piedras saltonas, que por favor llegue al túnel o sanito hasta la loma…
Que la póliza me pague los rasguños de la pista y que Autopistas del Sol, no se nos pase de lista…
Si siempre pago los peajes y me cambian la “rutica”, que ellos se apiaden de mí y adelante los rebajen…
Si esperar en la platina ya es parte de mi rutina, que lo sepa mi patrón y no afecte mi autoestima, que lo entienda al fin y al cabo y que no me corten el…
Que manejar se ha vuelto en Costa Rica de locos: si no es el hueco, es la piedra, si no es la piedra, es el guaro, que arremete contra todos, los moros y los cristianos.
Mejor será andar “a pata” y guindando de los santos, que la vida, sabiéndola llevar con calma, no vale la pena perderla en el fondo de un barranco.
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