Franklin Arroyo González
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Al amanecer, Laura Chinchilla expresó a su esposo, José María Rico, su deseo de contar con media hora más de descanso para enfrentar un día ajetreado, lleno de emociones, de saludos, de discursos, de un sol intenso y mucho calor.
Por eso se levantó a las 6:30 a.m., media hora después que su esposo, dispuesta a desayunar, pero sin variar su estilo: “un juguito y tostadas”.
Aunque tranquila la mayoría del tiempo, se le desbordaron las emociones en los momentos claves: al recibir la banda presidencial, al finalizar su primer discurso, en su primer abrazo como Mandataria a su madre Emilce Miranda y al “secretear” algo con Óscar Arias.
Sobrellevó esos instantes con compostura, sonriente y sobre todo, con elegancia.
Un sorbo de agua, entre la investidura y el discurso, le ayudaron a calmar el corazón, que le palpitaba, a más no poder, cuando los escolares la vitoreaban a cada paso que daba y coreaban: “Laura, Laura”.
Siempre le devolvió una sonrisa a los niños.
Tensión
Los momentos previos a su salida en el residencial Villa Real, en Santa Ana, fueron todo un hormigueo de periodistas, Fuerza Pública, inspectores de Tránsito, libretas, cámaras y vecinos.
“No van a dejar entrar”, dijeron cerca de las 8:30 a.m., aunque al final permitió que la prensa ingresara a la casa.
Manifestó sentirse feliz, pero tranquila al salir de su hogar, a las 9:50 a.m.
“Los dejo porque de verdad nos cogió un poquito tarde y no queremos atrasar la ceremonia por culpa nuestra. Todo va caminando bien”, fueron sus palabras al abandonar la casa y dirigirse a La Sabana.
Su maquillista, Flory Eugenia Mora, tardó 45 minutos dejándola con un tono natural, acorde a su personalidad.
“Es muy simple maquillarla, nada llamativo. Usamos colores tierra, café, beige, un naranja, ladrillo blanco y un rosado”.
Todo para combinar con un vestido sencillo y elegante, color marfil, nada ostentoso, obsequio de sus padres y esposo.
“Se nos salió del presupuesto. Solemos gastar $200 o $250 en ropa, y fue más que eso, pero tampoco mucho”, confesó su madre, Emilce Miranda, quien siempre fue la primera en recibir los abrazos de Chinchilla.
En La Sabana, aquello fue de locos con el desborde de cariño de la gente. Y ella lo disfrutó.
Se tomó su tiempo para saludar a la imagen de la Virgen de los Ángeles, que iba en la carreta del boyero Gerardo Monge, tirada por los bueyes llamados Los Dálmatas, una de las yuntas que desfilaron en el histórico acto de toma de posesión.
“De hoy en adelante, la carreta es suya, señora Presidenta”, dijo Monge.
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