Patricia Recio G.
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123 años de albergar el patrimonio cultural y natural del país pesan sobre las paredes del antiguo y a la vez remozado Cuartel Bellavista, que se impone en pleno centro de la capital.

Sus pasillos son capaces de trasladar a cualquiera a épocas que van desde los tiempos precolombinos, donde los chamanes colgaban joyas de oro y jade, rodeados de piedras esculturales, hasta el ajetreo de la guerra de 1948, sin dejar de lado la época colonial.

Los silenciosos calabozos relatan las más intrañables historias en sus paredes llenas de grafitis que como gritos mudos de desesperación recuerdan que por ahí pasaron decenas o quizás centenares de soldados que estuvieron una o varias noches en aquellos oscuros y reducidos espacios.

En otra de las diez salas que alberga este sigiloso guardián, se encuentran las piezas más antiguas de la historia y el patrimonio nacional que datan de hasta 12 mil años antes de Cristo, como es el caso de varias obras de megafauna, entre las que sobresale un colmillo de mamut hallado en lo que hoy es Tibás.

Según María Elena Masís, historiadora del Museo Nacional, desde su inicio, en 1887, el ente tuvo varias sedes antes de ocupar el Cuartel Bellavista, en 1948, cuando José Figueres Ferrer abolió el Ejército.

“El museo se fundó en 1887 en la administración de Bernardo Soto Alfaro, en una época en la que se estaba forjando ese concepto de Nación y se creó con la necesidad de salvaguardar el patrimonio del país”, comentó Masís.

Primero estuvo ubicado en la Universidad de Santo Tomás, luego en los jardines del Laberinto, en el sur de San José, y de 1903 a 1949 ocupó el antiguo edificio del Liceo de Costa Rica, donde hoy está la Caja Costarricense de Seguro Social.

Entre las colecciones más amplias que tiene el museo, destaca el herbario, que recopila 240 mil especies de plantas conservadas desde del siglo pasado y clasificadas minuciosamente por los científicos de la época.

Consideradas las “joyas de la corona”, se encuentran también en una de las salas la exposición “Maravillas de Costa Rica”, que reúne las 245 piezas más imponentes de arte indígena, hechas en oro, piedra, jade y cerámica.

“Esta exposición viajó por Canadá y pronto se exhibirá en Italia. Todas las piezas fueron encontradas en los territorios de nuestro país”, agregó la historiadora.

Otro de los espacios llamativos del lugar son las “Casonas de los Comandantes”, las dos residencias en donde habitaron los comandantes de la época del 48.

Estas viviendas fueron remodeladas y abiertas al público el año pasado y destacan por sus detalles y mobiliario que trasladan al visitante a las épocas de mediados de siglo pasado.

Lujosas vajillas de porcelana, finas sillas de madera y artefactos típicos de aquel tiempo, como una vieja máquina de escribir, son parte de lo que ahí se encuentra.

El museo también realiza exposiciones transitorias, como la del “Delta del Diquís”, que reúne varias muestras de esferas precolombinas y otras esculturas de piedra halladas en el sur del país.

Mariposas por doquier

En junio próximo, el Museo Nacional le ofrecerá a sus visitantes un nuevo espacio. Se trata de un mariposario que se ubicará justo en la entrada del edificio, que entonces estará frente a la Plaza de la Democracia.