Redactor
¿En qué se parece el fútbol a Dios?. En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.
Eso dijo Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, quien llegó a sostener que el fútbol es el opio de los pueblos.
Razón tiene de sobra, basta sentarse en el banco de un parque, la silla de un restaurante en Argentina, Uruguay o San Marcos de Tarrazú.
Donde sea, hable de fútbol y el tema será el pan nuestro de cada día. Por algo se dice que todos somos técnicos.
De visita en Tarrazú, región sumamente atractiva y agrícola por excelencia, no solo disfruté del aroma y sabor de un buen café, sino de atractivas charlas futboleras. Morados, liguistas y heredianos opinaban de sus equipos, la “Sele”, La Volpe y el nivel de nuestro campeonato.
Interesante escuchar a Roy, Wilson, don Santiago Bermúdez, don Luis Colista y muchos amigos de San Marcos, todos recordando la visita de la Liga para ayudar a una noble causa, y donde al final se recaudaron ¢6 millones para el hogar de ancianos.
Suma que muchos equipos no logran en un partido, entonces por qué no tomar la idea y llevar a la Liga, Saprissa, Herediano y todos los conjuntos a los pueblos, a aquellos sitios donde por diversas razones, a muchos aficionados les cuesta trasladarse a la capital.
La idea en Tarrazú es volver a invitar al cuadro rojinegro y no hacer ¢6 millones, sino ¢12 millones. Interesante, ¿verdad?
Entonces que los pueblos se organicen, los clubes colaboren y en periodo de pretemporada hacer las diferentes visitas, como la que yo hice a Tarrazú y la que usted debería hacer también para disfrutar, según me contaron, del mejor café del país, de una buena charla futbolera y por supuesto de una exquisita comida.