Julio Peña, corresponsal GN y Rodolfo Martín
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Aquella mañana del 4 de noviembre pasado, a la misma hora que el país comenzaba a enterarse sobre los 23 fallecidos por el derrumbe del Cerro Pico Blanco en calle Lajas de Escazú, Jorge Mario Picado Ortiz, de 33 años y vecino del poblado de El Torito de Sámara, empezaba a vivir su propia desdicha, originada también por el paso del huracán “Thomas”.

Hoy, dos meses después de aquel torrencial y desgarrador amanecer, este luchador peón de construcción convalece en el hospital del Centro Nacional de Rehabilitación tras la amputación de sus piernas, perdidas por salir al auxilio de unos vecinos a quienes se les vino un terraplén en su casa.

Jorge Mario, casado y con dos hijos, el segundo nacido ayer en el hospital de Nicoya, fue el último que permaneció en el sitio y, cuando se alistaba a dejar la propiedad, cayó el enorme terraplén.

“Quise correr para protegerme, pero la avalancha me alcanzó y me estrelló y prensó contra la pared trasera de la vivienda”, recordó el operario en la cama número 100 del centro hospitalario.

Jorge quedó enterrado de la cintura hacia abajo y la falta de irrigación sanguínea le procovó la necrosis que ameritara la amputación de ambas piernas, explicó el Dr. Ronald Monge.

Él y tres amigos se mudaron de San Vito de Coto Brus a Nicoya hace ocho años, en búsqueda de un mejor futuro dada la falta de fuentes de trabajo que había en su pueblo. Un año después fueron por las esposas.

Urge ayuda

Elí Ruiz, amigo.

Imagínese usted cómo nos sentimos. La situación es muy difícil... la comunidad ha tratado de meterle el hombro”.

JuanDíaz, amigo.

Los doctores le permitieron ir unos días a la casa con motivo del fin de año pero hoy (ayer para los lectores) volvió al hospital”.