Carlos Freer, cineasta
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Se formó en México, D.F., se especializó en Buenos Aires y se crió y educó en Cartago.
Dentro de un espíritu tan noble y mente tan receptiva, esa conjunción citadina solo un fruto excelente podía dar.
Y efectivamente, Yorgo fue una magnífica persona, un muy buen médico y un excelente especialista. Pero sobre todo, fue un médico bueno.
Porque entre un buen médico y un médico bueno, siempre me quedaré con el segundo.
Y la gente, sobre todo la del pueblo, lo intuye y lo sabe reconocer. Esas grandes y prolongadas filas frente a su consultorio dieron fe, de que antes que al especialista y al muy buen médico, los pacientes esperaban al médico generoso, que sabía escucharlos, que les gastaba bromas, que les aconsejaba con tan buen sentido.
Nos conocimos desde niños. Y fuimos compañeros en todas las etapas de la educación formal. Pero en la informalidad de la amistad, del trato fraterno, del gastarnos bromas, hablar de política, de fútbol, hasta de “economía” (como nos dio en un tiempo), de análisis de películas y de todo lo que comparten los amigos, supe de su inmenso corazón, de su amor por su familia y de su enorme dedicación, finalmente, a una profesión que quiso con toda su alma.
Pero sobre todo, supe lo que es conocer a una persona amable, sin dobleces, que supo poner toda su inteligencia al servicio de los semejantes para aliviarlos en el dolor, la pena y el sufrimiento.
¡Fuiste realmente bueno, Jorge Brenes Papayorgo!
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