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Domingo 19 de junio de 2011, San José, Costa Rica

De hoy

Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero

asaenz@liturgo.org

Hoy festejamos a Dios en su Santísima Trinidad. Para definir a Dios debemos decir: “Dios es amor”. La creación, nuestra propia vida, todo nos dice que: “Dios es amor”. Al leer los hechos de la historia desde la fe, aprendemos que Dios es el amor mismo.

Al celebrar a Dios en su Santísima Trinidad la liturgia no propone una declaración dogmática, ni una tesis teológica. Lejos de preguntarse cómo es Dios, piensa en lo que ha sido Dios para con nosotros.

Jesús mismo es quien contesta a tan grave cuestión. En el evangelio de Juan nos dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”.

Así, si queremos celebrar a Dios, la mejor manera es gozar del amor con que nos ama. Tan grande es el amor de Dios, que quiso que su Hijo compartiera lo naturaleza, no sólo para salvarnos de la muerte, sino para que, en el “admirable intercambio”, el ser humano aprende a vivir humanamente y comparte con él la naturaleza divina.

Es también día de la Divina Providencia, al festejar al que nos da todo. No andemos haciendo preguntas sobre el Dios castigador. ¿No está acaso la respuesta en el evangelio? ¿Por qué se sigue creyendo que Dios acecha a la humanidad para destruirla? La liturgia hoy también nos recuerde que: “Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

Nos falta fe. Si tuviéramos fe, aceptaríamos Su palabra, recibiríamos su amor, asumiríamos a su Hijo, lo confesaríamos como Salvador y hermano nuestro. Superemos nuestros temores. El evangelio dice el que cree en Cristo no verá condenación. También que: “el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.

La cosa es clara: Dios nos ama y nos da las herramientas para vivir eternamente con él. Esas herramientas son creer en Cristo y amarnos los unos a los otros desde Cristo. Solo así obtendremos esa salvación que el Padre nos ofrece.