Nacionales
Domingo 26 de agosto de 2012, Costa Rica

Cosas de la vida

Los extremos de la vida, se atraen

Ana Coralia Fernández, periodista

ana.fernandez@aldia.co.cr

Los extremos de la vida se parecen.

La infancia y la vejez tienen grandes similitudes: una empieza sin dientes, la otra termina sin ellos. En una casi no se camina, en la otra tampoco. En la primera hay que ir paso a paso, en la segunda también.

Por eso, es enternecedor cuando uno se topa una mano cansada y llena de surcos y años, tomada de otra gordita y lozana.

Los extremos de la vida se dan la mano, cuando abuelos y nietos caminan por el mismo sendero.

Hay que respetar este lazo profundamente.

Aunque para los hijos-padres que estamos en el medio es claro que los abuelos son unos alcahuetes y los nietos unos consentidos; que en casa de los “titos” las reglas cambian y se altera el orden establecido y que con esta permisividad se atenta contra el cuarto mandamiento “honrar a padre y madre”, es claro que a ellos los tiene muy sin cuidado lo que nos parezca su inviolable alianza estratégica.

Es un lazo que hay que respetar, porque es un regalo tener abuelos. Es un privilegio.

Ya sean jóvenes y activos, o hechos un puñito en una cama, el abuelo y la abuela representan raíces difíciles de explicar con palabras a quien no los ha tenido.

Y por el lado de los nietos, saber que uno tiene un segundo de abordo que lo quiere sin “placa restringida” y a toda costa, también es un tesoro, en tiempos de niños que solitarios, carentes de atención o divididos por las circunstancias de las parejas.

Abuelos y nietos, extremos de la vida. Dos niños que se dan la mano. Uno de cinco y otro de ochenta y pico de años.