Tras participar de una misa en el Parque Nacional Volcán Arenal, don Vital Castro, de 83 años, dijo que jamás olvida aquella mañana del 29 de julio de 1968, cuando una erupción del volcán Arenal cobró la vida de 78 personas.
Todavía vive en La Fortuna, uno de los pueblos más afectados en aquella época.
Delante de su esposa, Odilie Miranda, Castro aseveró que ella estaría viuda de no haber sido por una casualidad.
Él había llegado de Ciudad Quesada a La Fortuna en 1952. Fue el que diseñó y construyó el templo local.
La noche previa a la erupción hubo varios sismos, unos más fuertes que otros. “Eso Vital, viene del cerro”, le dijo Odilie a su esposo. El cerro era como llamaban a lo que hoy es el volcán, pues antes estuvo dormido por décadas.
La mañana siguiente estuvo oscura, llovía, soplaba un fuerte viento y hubo más sismos.
A las 10 a.m. él estaba trabajando en la construcción de la torre de la iglesia, cuando se vino un temblor muy fuerte y una explosión. Ceniza y lava salieron del cono. Comenzaron a evacuar.
Dos días después volvió y vio pasar a ocho amigos que lo invitaron a inspeccionar y evacuar.
“Les respondí que mejor les iba a preparar una sopa para que comieran al regreso”. Una hora después hubo otra explosión que los mató. “A mí me salvó la sopa”, recordó Castro.
