Nacionales
Domingo 4 de noviembre de 2012, Costa Rica

De hoy

Evangelio

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero

asaenz@liturgo.org

En la vida hay cosas importantes y otras más importantes. Discernir entre ambas es un arte y debería tenerse como lo más urgente para la vida de cualquier persona.

Un creyente debe saber discernir entre sus obligaciones someras y aquellas que son esenciales.

En tal sentido tendríamos que asumir la frase de Santa Teresa que nos dice emocionada: solo Dios basta.

Un escriba interroga a Jesús sobre el mandamiento más importante. Podría haber en la pregunta razones legítimas o zancadilla velada. De cualquier manera, obtiene una respuesta esencial para el corazón humano. Jesús dice: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas». Y Jesús le agrega el segundo, que viene con una sentencia muy saludable: «Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay mandamientos más grandes que estos».

La respuesta de Jesús provoca la admiración del escriba y Jesús también alaba los pensamientos del joven. No sabemos si aquella persona acogió la buena noticia del reino siguiendo a Jesús. Lo que sí es cierto es que estamos frente al diálogo entre dos posiciones que, a pesar de ser opuestas, pudieron entenderse porque en ese diálogo brilló la verdad.

Quizás los grandes problemas de la humanidad podrían desaparecer si el diálogo, pero como “impulso interior de la caridad que tiende a hacerse don exterior de caridad” según criterios del Papa Pablo VI, fuera utilizado evangélicamente, de manera respetuosa y estimulante.

Cumplir los mandamientos es importante, pero amar es todavía más importante, porque en el amor a Dios y al prójimo alcanzamos el punto culminante de nuestra esencia humana, creada a imagen y semejanza de Dios.