¿Qué significa un tamal para un tico? Para unos es el culpable de esos kilitos de más en diciembre, para otros es el acompañamiento perfecto de un buen café en una tarde navideña y en algunos casos se convierte en el bocadillo ideal para quitar un antojo.
Pero para doña Itza Abarca y don Marco Ney, vecinos de Salitrillos de Aserrí, los tamales son parte de su vida, por que con ello costearon los estudios de sus hijos y pueden atender las necesidades de sus hogares cada día.
Ellos son dueños de las tamaleras Doña Fina y Flor de Aserrí, las cuales forman parte de las más de 10 tamaleras ubicadas en algo así como la “capital del tamal” costarricense, que año tras año conquistan el paladar de nacionales y extranjeros.
Las autoridades de Aserrí lograron a punta de ese platillo atraer la atención de las personas por medio de la Feria del Tamal, actividad que alberga a visitantes de todo el territorio nacional.
Esto gracias a la diversidad de colores, olores y sabores que es posible admirar y degustar al abrir las hojas de plátano y dejar al descubierto el tamal.
“Yo nací para hacer tamales, amo lo que hago ”
La necesidad económica en su familia hizo que hace 31 años dejara a un lado los libros y cuadernos de colegio para empezar a halar baldes con masa y pelar ajos en una de las primeras tamaleras establecidas en Aserrí.
Itza Abarca, propietaria de la Tamalera Doña Fina, comentó que su amor por los tamales inició desde ese momento, cuando siendo aún una adolescente asumió el cambio de estudiante a empleada, sin imaginar que algún día tendría su propio negocio.
“Antes uno tenía que pasar todo un proceso para empezar a hacer tamales. Me enseñaron a hacer varias cosas, entre ellas cómo hacer la hoja, lo que llamamos la segunda, para luego dejarme hacer tamales, allí sentí esa pasión”, relató Abarca.
En ese lugar aprendió todo lo relacionado al oficio, por lo que en momentos de crisis económica en su familia se ponía a hacer tamales para ganar dinero extra.
“Mi papá se iba para el mercado Borbón, los vendía y luego traía el dinero a la casa. Desde ahí veíamos que los tamales nos iban a producir algo muy bueno”, dijo la tamalera.
Negocio propio
Hace 13 años, la misma situación económica, hizo que junto a su esposo, Ramiro Prado, empezará un pequeño negocio en el patio de su casa, con a penas dos bloques de cemento y una olla.
Desde ese momento, solo una lesión en un pie la alejó dos meses de la elaboración de tamales; después de eso todos los días el fuego y los ingredientes de la receta de su abuela son su compañía.
“Yo recogía leña de todo el barrio y lo que hacía era que dejaba cocinándose una olla con la carne y la sustancia para luego irme al mercado a comprar las cosas para hacer 50 piñas, que era lo que me alcanzaba en ese momento”, recordó.
Con el paso del tiempo, la ayuda de su familia y el apoyo de sus amigos hizo que la cantidad de pedidos aumentara, por lo que debió extender más la zona de trabajo.
Actualmente dispone de dos tanques y dos pailas en las que prepara los tamales para vender, sobre todo en el mercado Borbón y el Central.
Ahora, las 50 piñas que empezó a preparar a diario, pasaron a ser 700 y 3.500 durante diciembre.
Doña Itza sabe que algún día deberá dejar su tamalera, pero al menos se irá tranquila al saber que su amado negocio quedará en las manos de alguno de sus hijos, quienes conocen todo sobre ella.
“En la feria del tamal vendí 14 mil piñas”
Son las 3 a.m. y don Marco Ney empieza a dar los primeros pasos para que al final del día, sobre la mesa, pueda haber en ocasiones hasta seis mil piñas de tamales en épocas buenas.
Ese oficio lo aprendió desde hace 45 años cuando trabajó apenas siendo un joven, en una de las tamaleras más reconocidas de Aserrí.
Lo primero que hace al llegar a la tamalera “Flor de Aserrí” es encender las pailas, lavar la carne, condimentarla y ponerla a cocinar, para que cuando lleguen sus empleadas ya la tengan lista.
Esos “trucos” los aprendió de la dueña de tamalera para la cual trabajó la primera vez.
Poco a poco empezó a agarrar más “volados” para hacer los tamales, por lo que cocinaba algunos por épocas con su mamá. Le pedían órdenes para celebrar la Navidad o para los rezos de alguno de sus vecinos.
Esa era una actividad esporádica en medio de sus actividades como agricultor y representante político, hasta que un día, una de sus juntas políticas le comentó la idea de que participara en la Feria del Tamal.
“El actual alcalde de Aserrí me dijo que por qué no lo hacía, pero en ese momento yo no tenía ni patente, ni permiso del Ministerio de Salud, pero él me dijo que solamente los sacara”, comentó.
Trabajo en equipo
Los primeros pasos de su tamalera los dio junto a su esposa y su hijo, en un espacio del patio de su casa, hace tres años.
“Yo alistaba la masa, la hoja y me iba a recibir café en un recibidor ahí. Cuando venía a las 5:30 p.m. me ponía hacer los tamales y entonces la doña me picaba todo lo que llevan y el chiquillo este me los amarraba así”, relató Ney mientras simula hacerlos.
Con el paso del tiempo a ellos se les sumó su empleada, por lo que la cantidad de tamales vendidos aumentaba cada vez más.
Llegó el día por el cual había iniciado su negocio: la Feria del Tamal. Recuerda que ese día preparó todo para quedar bien ante las personas que asistirían a la actividad, al igual como lo hizo hace una semana en el parque central de Aserrí, en medio de mascaradas y cimarronas.
“Ahora para la feria del tamal tenía 20 empleados aquí (en la tamalera) y 20 en la feria del tamal. Vendí 14 mil piñas, es decir 28 mil tamales”, manifestó el tamalero.
A pesar del éxito de su negocio, Ney no considera ampliarlo más. Por ahora tiene seis pailas unidas a una sola chimenea y un espacio exclusivo para que sus 12 trabajadores puedan trabajar en calma.
Ney distribuye los tamales en diversos negocios de los cantones de Aserrí, Goicoechea, Alajuelita, la Aurora, San Antonio de Escazú, Desamparados, los Hatillos y Barrio Cuba.
“Ya no puedo pedirle más a Dios”, recalcó Ney.