Estaba sentada al frente de un plato de pozol, después de haber llegado de un rezo del Niño, cuando Gladys Garita, observó la salida de humo entre las rendijas de la casa de la vecina.
La acompañaban su esposo y sus dos hijos de ocho y 14 años. Además, le había dado posada a una joven madre y a sus dos chiquitos que no tenían adónde vivir.
Apenas le dio tiempo para alertarlos y sacarlos de la casa porque, en cuestión de segundos las llamas acababan con todo.
Gladys, de 44 años y con 17 de vivir aquí se quedó sólo con lo que llevaba puesto.
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