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Domingo 17 de abril de 2011, San José, Costa Rica

El evangelio de hoy

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero
asaenz@liturgo.org

Domingo de doble sabor: dulce y amargo. Primero lo dulce, porque Jesús entra en Jerusalén en un burro, como el rey David. Cumple así la Escritura que dice: “Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”.

Prodigiosa es la recepción de las multitudes. Extienden sus mantos sobre el camino, cortan ramas de árboles para usarlas de alfombra o agitarlas al aire mientras gritan: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” Luego lo amargo: la pasión del Señor. De algún modo se adelanta el viernes al domingo. El texto empieza con Judas que transa la entrega de Jesús en “treinta monedas”. La Cena del Señor con sus apóstoles y la eucaristía. Después vemos cómo Jesús va al Huerto de los Olivos a orar y comienza a angustiarse. Llega el traidor con soldados que lo apresan, aunque oyen una profecía: “Verán al hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso”.

En un primer juicio en el Sanedrín, los fariseos acusan a Jesús de blasfemia, pero los falsos testigos no se ponen de acuerdo en el argumento. Mientras tanto Pedro, en el patio, lo negará tres veces.

Al no poder condenarlo, lo llevan a Pilato y lo acusan de traición a Roma. Pilato lo interroga sin hallar prueba e intenta librarlo, canjearlo por un delincuente, Barrabás, pero la chusma pide libertad para el criminal y manda flagelar a Jesús. Los soldados lo coronan de espinas y llevan al suplicio.

En el Calvario lo crucifican junto a dos ladrones, echándole en cara haber dicho que era hijo de Dios y retan a Dios a que venga a librarlo. Y Jesús ora con el salmo 21: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, usando el texto como doble valor: como queja intensa y profecía cumplida. Y con un potente grito, entregará su espíritu. Viene su sepultura.