Pido la palabra
Promesas, ofensas con disfraz Ovidio Muñoz Periodista
Los candidatos, nuevos y reciclados, siguen sin entender que los jóvenes ticos no somos los tontos que ellos piensan.
Eso explica por qué insisten en lanzar el anzuelo de la promesa vacía, el regalito y la limosna. Ninguno ve más allá del 2006. Ni el verde, ni el rojo, ni el azul.
Mientras uno ofrece computadoras, otro promete (como lo hizo 20 atrás sin ningún éxito) convertir a Costa Rica en el primer país desarrollado de América Latina, un cuento que ni él se cree, pero que cree que los jóvenes creemos. Y nuestra desconfianza no se debe a que nos sintamos incapaces de lograrlo. Para nada. Se fundamenta en que desconfiamos de su demostrada incapacidad para conseguirlo.Pero como en la política, en el amor y en la guerra, todo se vale, los aspirantes hacen hasta lo impensable por un voto: desde arrollarse las mangas para la publicidad y ponerse pulseritas azules hasta mezclarse con mascaradas, algo que complica la labor de identificar a unos payasos de los otros, mientras no abran la boca. Cuando lo hacen, disipan la duda: los payasos de verdad dicen menos tonterías.
Los aspirantes nos ofenden cuando ofrecen chunches en vez de soluciones. Así nos dicen vagos y, de paso, mensos al pensar que les creemos.
Claro, en ese ejercicio se desnudan. Enseñan que quien corrompe la palabra es capaz de corromper mucho más. Y de corruptos, la verdad, estamos hartos.
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