Festejo apenas calentó

¿Y qué pasó con el carnaval?

Exceso de carros, pocas comparsas y mucho desorden

"¿A qué hora empieza el carnaval?", gritó Ana Giselle Montero, a las 6 de la tarde, en las inmediaciones de La Merced.

Ella resumió así la impresión de muchos asistentes que tomaron desde la mañana de ayer la avenida Segunda esperando ver un espectáculo que, sin duda, quedó debiendo... y mucho.

Y es que por momentos el "carnaval" más bien parecía un típico desfile del 15 de setiembre, las fiestas patronales de algún pueblo o un "Expo auto".

Fueron los motociclistas y conductores quienes se lucieron haciendo malabares, pasando los semáforos en rojo, manejando contravía, echando fuego y ensorde-ciendo con sus motores alterados.

Ellos demostraron, con cada aceleronazo que "les gusta la gasolina", como decía la canción que brotaba de sus plantas de más de medio millón de pesos.

"Mucho carro, mucho carro", gritaba la gente, impaciente por el resto del desfile. La misma Comisión de Festejos Populares reconoció la desorganización.

El encargado de contingencias, Johnny Calderón, explicó que hubo demasiada participación por lo que "en un momento determinado, se nos hizo incontrolable. Al comité organizador se le fue la mano. Imagínese que hubo 250 metros de solo motos y 900 metros de carros.

"Faltó organización a la hora de acomodar los bloques de comparsas y bandas. Este carnaval es el más largo que yo recuerdo", agregó Calderón.

De no ser por la energía de las cimarronas, los golpeteos con el alma de los tamborilleros de las bandas, las piruetas de los payasos, las carreras de la Giganta y otras mascaradas y los bailes de las comparseras, aquello hubiera parecido una broma adelantada para hoy (día de los Santos inocentes).

"Está muy mal organizado y demasiado demorado. Otros años a esta hora (5:30 p.m.) ya estaríamos en la casa", dijo Morris Villarreal, un músico que vino desde Panamá para tocar con la banda "Imperio" de Cartago y a esa hora aún hacía fila para iniciar.

"Vivo fuera del país desde hace 22 años. Traje a mi esposo para enseñarle nuestro carnaval y nada qué ver. Los de antes sí eran de verdad", reconoció Flory Montero, decepcionada.

Ella y muchos más se quedaron esperando las carrozas; solo apareció la de los Scouts de Hatillo. Otro gran ausente fue el buen clima pues la llovizna aparecía a cada rato, amenazando con aguar "la fiesta". Pero por todos los que faltaron, sobraron las reinas; desde la Tica Linda y su primera dama hasta Kimberly Paola y Hillary Sáenz, dos travestis que tienen más de 4 años de vestirse de "princesas" para este desfile.

Con todo y todo, San José tuvo su fiesta en media calle. ¿En qué otro lugar, podría verse a Óscar Arias bailando reggaetón, a los picones compartiendo tranquilamente con los tráficos, a Bob el Constructor y su colega Esponja haciendo un "sánguche" con una señora y a unos salvadoreños lanzando, hasta a menores, pachitas de guaro "El Cañal".

Imágenes Rógger Benavides Dichosa Natalie Morera Pérez, de 4 añitos, la pasó de lo lindo con los payasos de la Organización Costarricense de payasos, quienes ayer desfilaron "por docenas". Rógger Benavides Los pescaron Joseph y Kermy Campos observaban debajo de una tarima hasta que la policía los sacó. Rógger Benavides Infaltables Celia Cruz, Fidel Castro, Abel Pacheco y demás "mantudos" de Barva de Heredia y de Alajuelita le pusieron picante al desfile, sacando risas y persiguiendo, por igual a chiquillos y grandes. R. Benavides Arriba Limón Kenda le puso mucho sabor a la participación de "Los intocables del sabor", de Limón. Rógger Benavides Coloridas Las plumas, rojas, amarillas y blancas, de las bailarinas de la Compañía rítmica profesional de San Francisco de Dos Ríos, hicieron volar a más de uno de los asistentes.

¢2.500 por verlo sentado

Unos 1.100 asistentes tuvieron el privilegio de ver el carnaval sentados en una tarima... claro, primero tuvieron que pagar ¢1.500 por cada niño y ¢2.500 por adulto.

Quien cobró fue la empresa de Laura Morgan que ganó la adjudicación de la Comisión de Festejos Populares.

Algunos como Gerardo González y su familia, vecinos de López Volio, no pudieron pagar la cuota pero se las arreglaron para acomodarse justo debajo de las tarimas, hasta que la policía los pescó y los corrió.

Otros se quejaron de que las tarimas impedían que más gente se acomodara, pero Patricia Molina y sus hijos agradecieron la comodidad.