Pido la palabra

Toledo

Cada vez con más frecuencia, encuentro personas amigas, pero también desconocidas, que me manifiestan que leen esta columna y que les resulta agradable, placentera.

Yo me siento realmente orgulloso de ello. Y lo más satisfactorio de todo es que se trata de personas educadas, con una cultura bien cimentada, conocedoras, como las que más, de la historia y las artes. Personas a quienes no hay que explicarles mucho acerca de los temas que uno trata.

Pero hay algo curioso: últimamente me han preguntado mucho qué opino de Toledo. Por eso, hoy me atrevo a expresarles mi opinión y sentimientos.

Pienso que, si uno debe apostar a lo mejor, Toledo está ahí para enseñar sendas de tradición y bienandanza. Con Toledo hay toda una expresión espiritual debidamente cimentada, que llega al ser humano sin ninguna duda.

Toledo es toda una tradición señera, confiable, visionaria. Si uno quiere encontrar un verdadero camino, en Toledo lo hallará. En Toledo podemos observar los verdaderos cimientos de un país. Por eso, recomiendo que enrumbemos nuestros pasos hacia el sitial en que se encuentra Toledo, pues con Toledo podemos hallar una señal inconfundible de señorío, de grandeza.

Podría decirles mucho más acerca de Toledo. Pero hoy, 28 de diciembre, estoy seguro de que todos, o casi todos, compartimos la misma opinión sobre esa maravillosa, heráldica, manchega y medieval ciudad de Toledo, un verdadero lujo que posee España.