Navidad en albergues

La gran soledad de los portadores del sida

Abandono y rechazo familiar son las principales causas de las depresiones en ellos

La soledad, la desesperanza y la ansiedad son las compañeras infaltables en Navidad, en los albergues que acogen a personas enfermas de sida.

La falta de solidaridad y el mismo rechazo de los familiares hacen que la época de los regalos y las sonrisas sean de las etapas más difíciles de superar para ellos.

Un grupo de Al Día visitó el jueves pasado el Hogar de la Esperanza, en Paso Ancho, y compartió con ellos. Es un albergue como todos, con pasillos, una zona verde, habitaciones de donde sale música y risas, una sala de tele y el mal olor de un río-cloaca cercano.

“Lejos de ayudar, es una época dura, sin sus seres queridos; es cuando sienten ansiedad, lo que es peligroso porque pueden caer en drogas o en alcohol”, dice Orlando Navarro, director de este hogar, uno de los tres que existen en el país.

Ellos no piden regalos, ni que les estrechen la mano, ni la lástima ajena, solo quieren un poco de compañía, una amistad verdadera y la visita de sus seres queridos.

“Tengo 16 años de portar el sida. Ninguno de mis 11 hermanos viene a visitarme. Mi madre ya no está y mi padre no me quiere por ser portador. La Navidad es triste para nosotros, nos sentimos solos, deprimidos y realmente es una época solitaria”, expresó Arturo, de 38 años, quien siente en carne propia, como algunos otros de los 26 que hay en ese lugar, el rechazo cruel de la familia y de la misma sociedad.

Bonifacio es otro ejemplo. Desde que se enteró de que tenía sida, lo dejaron su mujer, sus hijos y muchos de sus hermanos no le hablan. Además, un mes después de revelar en el trabajo lo que padecía, fue cesado y notó cómo sus amigos se alejaban poco a poco.

“Esta es una época importante, de reflexión, de amor y paz, aunque alejado de la familia. Tengo ocho años de ser portador y pocos me visitan. Yo deseo de corazón, que vengan, principalmente mis hijos”, dijo Bonifacio, de los pocos que, al menos, tienen un ingreso mensual fijo por una pensión. Tiene 68 años.

Pero de todo hay. En un albergue con 25 hombres y una mujer que viven allí -–y otras tantas muchachas con sus hijos, en Puriscal– no todos sienten el rechazo total de la familia.

“A mí no me pasa. Mis padres y mis tías me han ayudado mucho, como que se han pegado más a mí. Pero vivo aquí por el rechazo de mis hermanas”, expresó Macky.

Sin embargo, no todo podía ser tan triste. Ellos mismos se encargan de matizar la Nochebuena y el Año Nuevo con un poco de solidaridad y algo de alegría con los compañeros. “Pues nunca falta una grabadora o un equipo y se arma la fiesta. Nos damos la feliz Navidad a la medianoche y luego cada uno se va a dormir”.

El Hogar cuenta con médico, psicólogo, trabajadores sociales, un sociólogo, recepcionista y cocinera. La idea es tratar de insertarlos a la sociedad y de fomentar una relación afectiva estable.

¿Cómo están allí? Cada uno tiene su historia, cada uno cometió un error y aprendió a vivir como portador.

A Macky le pasó por “travesear lo que no debía”. “Me dio un derrame cerebral y uno facial. Oí al paramédico decirlo cuando iba en la ambulancia. Pero luego me di cuenta y pensaba en cómo decírselo a mi madre. Al otro día, mi madre me fue a ver y más bien me lo dijo ella”, dijo.

Lo de Arturo fue por un varón, que lo contagió, se lo dijo y lo dejó. “Me fui con él, no me había dicho nada. Al terminar me dijo, bienvenido al mundo del sida, y se fue. Eso cambió mi vida. Tenía 22 años”.

Lo de Bonifacio fue el alcoholismo y la vida desordenada. “Yo soy heterosexual, pero era alcohólico, era un desorden, mujeres aquí y por allá. Me lo diagnosticaron hace ocho años y hace siete ingresé aquí. Encontré amor y cariño y trato como ser humano, que es lo que soy”.

Para esta Navidad piden eso, ser tratados como seres humanos y compañía.

No les faltará la “comedera” Ni Bonifacio, ni Arturo, ni Macky tendrán que preocuparse de la comida en los próximos cuatro meses. Nicoa Ríos Al menos la comedera no faltará en el albergue La Nueva Esperanza de Paso Ancho por los próximos cuatro meses, pues fueron escogidos por Envases Comeca para su programa de beneficencia. “Era difícil escoger un bien material para comprar, entonces hemos decidido girar órdenes de compra en comestibles, en la cadena de supermercados Perimercados”, expresó Marvin Mora, jefe de Recursos Humanos de Comeca S.A. Una de las principales necesidades del albergue es la alimentación y esta ayuda significa un empujón muy positivo para el albergue, que ya cumple trece años. “Requerimos entre ¢2 millones y ¢2.5 millones por mes. Nos financiamos con varias empresas que hacen su aporte y que no quieren que demos el nombre, pero yo les agradezco a los que dan su ayuda trimestral o una vez al año. Yo he querido que la empresa privada sea partícipe en solucionar esto. La sociedad a veces es incapaz de entender el problema”, dijo el director Orlando Navarro.

Se muere por comerse un “tamalito” Tampoco pueden comer manzanas. Nicoa Ríos A Macky le encantan los tamales. Sería un gran regalo de Navidad, aunque el gusto podría llevarlo a la tumba. Los portadores del sida no pueden comer tamales por el tratamiento de los retrovirales. “Se les pueden bajar las defensas”, explica Orlando Navarro, director del albergue. Pero Macky estaría dispuesto a comerse uno, dos, tres y hasta una docena, a sabiendas del riesgo que corre. “Es un gran sacrificio no comer tamales. Yo me comería una docena. Y luego, que en paz descanse”. No es el único que se muere por un tamal. Bonifacio añora esas navidades en que se daba gusto comiendo en su casa. Pero también estaría dispuesto a asumir ese riesgo. “Me gustan mucho los tamales porque yo nací en el campo. En Navidad, sí me gustaría comerme un excelente tamal, pero solo uno. Yo sé que no me hará daño, sé que mi organismo me lo permitiría, no será cosa de todos los días”, confesó. Lo peor es que no solo tienen prohibidos los tamales, también las manzanas, que les causaría, igualmente, una baja en las defensas. “La manzana tampoco está pegada al cielo”, dice Bonifacio, dispuesto a comerse una. Arturo, a quien no le hacen falta los tamales, sí sufre con las manzanas y con las uvas, también vedadas, pues se fermentan y afectan el tratamiento.

Un Hogar en la mira de Salud Orlando Navarro apoya al Hogar Hoy por Ti. Nicoa Ríos Orlando Navarro, director del Hogar de La Nueva Esperanza, mostró su preocupación por el posible cierre de Hoy por Ti, ubicado en La Uruca. El Ministerio de Salud le puso el ojo a dicho centro y exige a su administradora, Rosa Contreras, una serie de requisitos para no cerrarlo. “Esto es un hogar, no una clínica. Me piden médico, enfermera, lugar para clasificar ropa, recepción, área de emergencias, y otras cosas que no cumple ni un hospital”, dijo Contreras, quien cuenta con el apoyo de un médico de la Caja y la Defensoría de los Habitantes.