Consume unas 80 diarias
Michael, un joven de 16 años que vive en las calles de Hatillo 5, dice que consume unas 80 piedras de “crack” diarias y que gasta ¢300 mil mensuales por la droga.
Sin padre ni madre, según él, convive con 40 jóvenes más, que deambulan en esa zona de San José en busca de dinero para consumir.
Muchos de ellos son los responsables de los robos que se cometen contra conductoras solas en el semáforo de Hatillo 5.
“Una vez me pegué un carterazo buenísimo. Había un teléfono de ¢200 mil, tres cadenas y un fajo de billetes de $50. Nos pegamos una fiesta con esa plata”, afirmó Michael ayer.
Con tan solo 16 años, dice que empezó en el mundo de las drogas a los 13. Primero con marihuana, luego con “crack”.
Se amarra el pantalón con una bolsa plástica y no se baña desde hace varios días.
Cuando le preguntamos que si, alguna vez, había pensado dejar las drogas, su rostro cambio de semblante.
Bajó la cabeza, metió su mirada en el suelo. Luego, dijo que sí. Algunas veces ha querido dejarlo, pero no puede.
La droga es más fuerte que su voluntad y deseos de escapar de ese mundo. “Cuando uno está drogado le da miedo, es un bajonazo impresionante, se pone agresivo, piensa que todo el mundo lo persigue, pero el cuerpo se lo pide”, dijo.
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