Nuestro amado fútbol

Gracias al fútbol por Maradona y “La Pulga”

Desde hace mucho tiempo me había hecho a la idea de que nunca más mis ojos verían algo similar a aquel poema futbolero que se dio en México el 26 de junio de 1986.

Fue en el Mundial, cuando Diego Armando Maradona hincó a medio equipo inglés y curó todas las heridas abiertas hasta ese día en el pueblo argentino tras la derrota por las Malvinas.

No concebía que algún futbolista fuera capaz de burlar nuevamente las leyes del universo futbolístico a punta de gambetas y con esa potencia inmemorial que colocó a Maradona en lo máximo, en el Olimpo del fútbol.

Pero este 18 de abril, mientras el “Pelusa” convalece de sus males de humano mal portado en una clínica bonaerense, sus idólatras y el mundo entero revivieron la obra de arte, ahora esculpida en el Camp Nou por ese nuevo genio irreverente al que apodan “La Pulga”.

Mientras repaso frente al televisor las coincidencias en la escalada de Maradona y Messi para llegar a la puerta del cielo, me alegra pensar que el fútbol se recicla con los años y que esos “geniecillos traviesos”, a lo mejor producto de algún engendro extraplanetario, siguen estando allí para dar vida inmortal al más hermoso de todos los deportes.

Imagino las calles de Buenos Aires, sacudidas por el orgullo de haber parido no uno, sino dos semidioses de lo imposible, hechiceros de la pelota, magos del engaño, inventores del gol celestial...

Y me uno entonces a la reverencia innegable ante este niño que clonó la más grande epopeya del balompié.

Mientras degusto de nuevo ese manjar televisivo de diez segundos, agradezco al fútbol por este instante de fantasía capaz de eternizar el grito de gol por los siglos de los siglos.