Testigo de cambio
Paso Canoas, ¡ay, Señor! Miguel Salguero, periodista
A don Bonifacio Rodríguez, vecino de La Cuesta, población fronteriza con Panamá, se le ocurrió hacer una escuela en Paso Canoas, pues, a un kilómetro de distancia, los “panas” tenían botes para cruzar el río Chiriquí.
¿Una escuela en donde no vivía ninguna familia costarricense? Sí, pues por ese sitio pasaba la trocha de la carretera Interamericana, y don Bonifacio y su esposa, doña Nelly Jinesta, de Alajuela, previeron un gran desarrollo. ¿Y los niños? Idiay, doña Nelly abrió su escuelita con niños panameños.
Para inaugurarla, invitaron a don Francisco Orlich, Presidente de la República. Al respecto hay una anécdota, una más, de don Chico.
Para recibirlo, prepararon un refrigerio, pero, como no llegaba el invitado, don Bonifacio y su esposa, únicos vecinos costarricenses presentes, fueron a almorzar a su casa.
Cuando llegó nuevamente don Bonifacio, quien era de origen nicaragüense y no conocía a don Chico, halló a varios individuos dando buena cuenta de los pocos alimentos para el Presidente y su comitiva.
“¿Qué es esa barbaridad? Esa comida es para el Presidente”, protestó don Bonifacio. “Ah, que aguante hambre ese carajo...”, contestó don Chico.
Ese fue el origen de Paso Canoas: una escuelita tica con niños panameños.
¿Y hoy? El peor desastre: negocios de todo tipo en un fenomenal desorden. Paso Canoas no tiene alcantarillado, las oficinas públicas dan vergüenza y los comerciantes han hecho de nuestra “cara” fronteriza un lugar donde la infinidad de ventas-tugurios recibe al extranjero, que se queda boquiabierto con ese desbarajuste y la suciedad. ¿Qué hacer? ¡Ay, Señor, qué pregunta!
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