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Un día mágico bajo el sol Paseo de los Turistas: con sabor a ticos Dese la vuelta al Puerto: “churchills”, vigorones, pesca, mejengas y tranquilidad Franklin Arroyo Gonzálezfarroyo@aldia.co.cr El Paseo de los Turistas en Puntarenas aún conserva ese sabor tico, pues el “mae” y el “pura vida” prevalecen sobre el “okey”. Y aún sirven el famoso vigorón en hoja de almendro. Se puede llegar en tren, al menos hasta Caldera y caminar en la playa con tranquilidad, sin “molotes”.
Un rico “churchill”, a la orilla de la playa, observar una mejenga entre muchachos, o lindas chicas que pasan en bicicleta o niños irreconocibles hasta para sus padres, con sus caras y cuerpos llenos de arena, son aspectos comunes en Puntarenas. El Puerto tiene magia. La de complacer a un sector del pueblo que no puede pagar grandes lujos de otras playas, con la magia de la cercanía y ese romanticismo del viaje predilecto, de muchos que pasan de los treinta. “Llegamos hoy (el jueves pasado) temprano, y nos vamos más tardito. Pero echamos de todo. Yo tenía vacaciones, la empresa me dio una semana y me coincidieron con las de la familia”, confesó el señor Róger Amador, de Desamparados, quien se hizo acompañar de su esposa, dos hijos y dos sobrinos. La realidad del Puerto, según datos de la Cámara de Turismo de Puntarenas, es que el 85 por ciento de visitantes son nacionales. En hoja de almendro No crea que el Paseo de los Turistas es mar, playa y nada más. Allí usted consigue el mejor vigorón del mundo. De chicharrón de carne o de pellejo, y hasta de pollo, acompañado del característico “chimichurri” servido en hoja de almendro. “Eso es típico aquí en Puntarenas, así se sirve siempre. Se acompaña con una horchata o resbaladera, o de una gaseosa”, dijo Carlos Venegas, uno de tantos vendedores. En promedio cuesta ¢1.000, o bien ¢1.500 si se “echa” el mixto”. ¿Y el “churchill”? Es algo que no puede dejar de probar quien se jacte de ir al Puerto. En cada quiosco venden uno. La pesca artesanal es otra opción, allí en pleno muelle, con plomo, anzuelo y carnadas. Se disfruta al observar la concentración de unos con cuerda en mano y otros con cañas profesionales. Y nada más reconfortante que tomar de la mano a su pareja o a sus niños y observar el espectacular celaje desde el muelle. Y si es jueves, como nos tocó a nosotros, cerrar la tarde a lo grande con un concierto de la Banda Nacional de Puntarenas, con “churchill” en mano o vigorón o, por qué no, una cervecita. Si bien es cierto no hay surfistas – por la tranquilidad del mar–, ni “jet skys” ni aeroplanos sobrevolando el mar, ni motos o cuadraciclos, ni música estridente en carros parqueados, ni gente acampando, sí hay mejengas y de las bravas, espacio para correr en la arena y ambiente nocturno, con fiesta, karaoke, bares y discos, con jóvenes que no le quitan ese toque familiar y mágico al Paseo de los Turistas.
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