Esquina del cacique
El terror de los estadios Leonel Jiménez Periodista
Hace unos años sufríamos con las barras bravas, como si fuera un cáncer imposible de frenar.
Provocaron daños a la propiedad privada, ofrecieron espectáculos deprimentes y llevaron dolor a las familias. Esos grupos se adueñaron de las calles y escenarios deportivos.
Nadie, ni siquiera la policía encontraba respuesta para detenerlos. Todas las semanas se daba una crónica policial: “dañan buses y las instalaciones del cuerpo de bomberos, decomisan puñales, destrozan 15 parabrisas y abollan 22 carros, tiroteo en las afueras del estadio, destruyen casa y golpean familia, sacó revólver y disparó. Asaltaron comercio, 17 heridos y 20 detenidos, joven herediano muere de una pedrada”.
A juicio fueron cinco integrantes de las barras bravas, etc. ¿Quiénes eran?, ¿por qué permearon tan fácilmente las corrientes suramericanas?, ¿por qué importamos la brutalidad de Chile y Argentina?
¿Quién pagó para traer dos perros rabiosos para que infestaran a los nuestros?
Ese circo despiadado y cruel, mermó en la recién concluida temporada, y esta sí que es una buena noticia.
El salvajismo y terror casi desapareció. Qué bueno que los verdaderos amigos del balompié regresen a los estadios y que estos pequeños focos infiltrados en las barras, se vayan a drogar y a pelear a otros lados.
Vándalos que no son seguidores de ningún equipo, sino delincuentes que quitaron alegría a la familia del fútbol. El Saprissa levantó la Copa, pero el balompié merece el gran premio de la no violencia.
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