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Martes 05 de junio, 2007, San José, Costa Rica.
 

Esquina del cacique

El terror de los estadios

Leonel Jiménez
Periodista

Hace unos años sufríamos con las barras bravas, como si fuera un cáncer imposible de frenar.

Provocaron daños a la propiedad privada, ofrecieron espectáculos deprimentes y llevaron dolor a las familias. Esos grupos se adueñaron de las calles y escenarios deportivos.

Nadie, ni siquiera la policía encontraba respuesta para detenerlos. Todas las semanas se daba una crónica policial: “dañan buses y las instalaciones del cuerpo de bomberos, decomisan puñales, destrozan 15 parabrisas y abollan 22 carros, tiroteo en las afueras del estadio, destruyen casa y golpean familia, sacó revólver y disparó. Asaltaron comercio, 17 heridos y 20 detenidos, joven herediano muere de una pedrada”.

A juicio fueron cinco integrantes de las barras bravas, etc. ¿Quiénes eran?, ¿por qué permearon tan fácilmente las corrientes suramericanas?, ¿por qué importamos la brutalidad de Chile y Argentina?

¿Quién pagó para traer dos perros rabiosos para que infestaran a los nuestros?

Ese circo despiadado y cruel, mermó en la recién concluida temporada, y esta sí que es una buena noticia.

El salvajismo y terror casi desapareció. Qué bueno que los verdaderos amigos del balompié regresen a los estadios y que estos pequeños focos infiltrados en las barras, se vayan a drogar y a pelear a otros lados.

Vándalos que no son seguidores de ningún equipo, sino delincuentes que quitaron alegría a la familia del fútbol. El Saprissa levantó la Copa, pero el balompié merece el gran premio de la no violencia.


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