El nombre del profeta significa “Yahvé se compadece”

San Juan: el heraldo de Jesús

Celebramos hoy a uno de los santos más extraordinarios, el Precursor de Cristo, Juan el Bautista, San Juan. Se puede decir que a este santo lo “canonizó” Jesús, cuando dijo de él: “Es profeta y más que profeta… es el mayor de los nacidos de mujer”.

A los demás santos los recordamos en el día de su muerte, en su nacimiento al cielo. Pero solamente de tres personas celebramos su nacimiento: el de Jesús en Navidad, el de la Virgen María y el de San Juan, además de su martirio.

El nacimiento de Juan cumple el mensaje anunciado a Zacarías (ver Lucas 1,20), así como el término del embarazo de Isabel, que marca el final del tiempo de la espera de la salvación.

La alegría de los vecinos y parientes, es un eco de Lucas 1,14: “muchos se alegrarán de su nacimiento”.

La circuncisión se hacía ocho días después del nacimiento del niño (ver Génesis 17,12), momento propicio para darle nombre y se hacía luego una fiesta con los parientes y vecinos.

La insistencia en el nombre de Juan, para el recién nacido, es para marcar el tiempo de la gracia y de la misericordia que va a comenzar, pues Juan significa “Yahvé se compadece” (ver Lucas 1,57-66.80).

De hecho, Juan será el heraldo de Jesús, que traerá la gracia de Dios, para liberar a los pobres, oprimidos y marginados (ver Lucas 4,14-21).

De inmediato, Zacarías puede hablar (se había quedado mudo por su incredulidad), queda libre de su sordomudez y alaba a Dios con el cántico del Benedictus (que hoy la liturgia no recoge), para terminar el evangelista anotando que el niño Juan: “iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos, hasta el día en que se manifestó a Israel” (v.80), como preludio a su larga preparación en el desierto, para bautizar al pueblo de Israel y prepararle así el camino a Cristo, como su Precursor.

Que el testimonio de Juan, su fortaleza y su presencia en la Iglesia, nos ayude a seguir a Cristo, a ser coherentes con sus enseñanzas, a anunciarlo a los demás y a tenerlo como modelo de aquellos que han hecho de Cristo, la razón de su vida. Que la celebración de su nacimiento sea también motivo de alegría para nosotros.