Pido la palabra

“Matricidio” para valientes

“¿Todavía quedan valientes?”, preguntó la señora al sacerdote, cuando él excusó su prisa por tener un matrimonio pendiente. Todavía quedan, señora.

Ese día pasaban al altar Carolina y Luis Enrique, como semanas atrás mis primos Natalia y Michael y, dentro poco, mis amigos Allan y Alejandra (ponga usted aquí, estimado lector, sus ejemplos de condenados o bendecidos “hasta que la muerte los separe”). ¡Valientes!, les llamó la señora, quizás de manera jocosa, aunque diciendo, a mi entender, una gran verdad.

Nadie dice que sea fácil, pero enchapado un tanto a la antigua, aún creo que se les puede dar las “felicidades” de corazón y no solo el “pésame” entre bromas.

Son tiempos difíciles, quién puede negarlo, con divorcios al por mayor, pero siempre valdrá la pena el intento y el atrevimiento.

Me sorprendió no hace mucho un hombre de campo, con toda la facha de machista: camisa abierta, cerveza en mano, en media tertulia de tragos con sus amigos. De repente se dejó decir: “Si ahora viene mi mujer y me pide que nos vayamos, yo me voy. Ustedes me van a decir ¡le canta la gallina!, pero yo les voy a responder: ¿Acaso son ustedes los que se acuestan conmigo? Convencido de los beneficios del matrimonio, después hasta se atrevió a sentenciar: si quiere que la plata le rinda, ¡cásese!”. No sé si dé para tanto, pero al menos da gusto saber que aún quedan valientes.