Pido la palabra

Bajonazo

Un auto transita por la carretera. El conductor piensa en los suyos. Su deseo es llegar al hogar, e imagina que pronto llegará a su destino.

Ha trabajado todo el día y siente que merece un descanso. Otro auto pausa raudo por el carril de al lado.

Súbitamente, hace un viraje y se interpone en el camino del primero. Obviamente, frenazo, pequeño golpe y poner pies en carretera, a ver qué pasó.

Unos pasamontañas tapan el rostro de unos tipos nauseabundos. Enfundan pistolas, que apuntan amenazadoras a la sien del conductor desprevenido.

Le exigen la entrega del vehículo, el celular y demás pertenencias personales. Tan personales como las fotos de una niñita, su hija, y las de su esposa. Estamos en la presencia de un maldito bajonazo.

Atracos, esos, tan miserables que llevan a cabo numerosas bandas de forajidos. Esa ingrata red de bandoleros de los que nos estamos llenando. Si el conductor se mantiene tranquilo (eso es actuar con valentía, ¿sabe usted?) puede terminar con vida.

Si se descontrola, si se molesta, si intenta defender lo suyo, es posible que varios fogonazos acaben con su vida. ¡Qué ingratitud!

Mientras alguien trabaja y transita, unas mentes retorcidas planean asaltarlo, amenazarlo, robarle y dar gusto al rufián que hizo el encargo.

¿Por qué tenemos que andar con la vida prestada? ¿Es tan difícil para nuestras autoridades acabar con esas bandas de facinerosos? ¿Por qué tenemos que esperar a que nos duela en el alma para reaccionar?