Viernes 29 de agosto de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Testigo de cambio
¡Qué tiempos!

Miguel Salguero
Periodista

Aunque en cada casa había un “patio” de gallinas para los huevos del gasto diario, un tipo de comerciante viajaba hasta los lugares más remotos en aquella ya lejana época como San Ignacio de Acosta, Santiago de Puriscal y otros para comprar huevos envueltos de dos en dos en las tuzas (envolturas de maíz) y revenderlos en San José.

Asimismo, existían el comerciante de chanchos, quien se ganaba una platica con una arrea que vendía en la capital, y el comerciante de reses (vacas, novillos, etc.) que, por lo general, llevaba los animales, en el caso de San José, a la plaza “de ganado” situada en el actual barrio México.

Los lecheros a caballo, que llegaban desde Coronado y otros lugares a San José, eran parte del paisaje mañanero con sus tarros a ambos lados de la montura, y ellos “enhorquetados” en la misma montura.

Se anunciaban por medio de un larguísimo silbido, de allí el dicho “eso es más largo que silbido de lechero”, hoy, naturalmente como centenares de dichos y refranes, en completo desuso.

También se veían los panaderos ya no con la canasta al hombro sino en caballos para poder llevar el pan, que usualmente llegaba añejo, a sitios como los pueblos y villorrios de Desamparados, Aserrí y Acosta, al otro lado de los cerros del Tablazo.

Para el transporte usaban barriles (tonel, en este caso de madera).

Los judíos de origen polonés trajeron la modalidad de vender telas de casa en casa para lo cual llevaban la mercancía en valijas y mediante la ayuda de un peón. Vendían en abonos semanales. Así nacieron los “polacos”, ahora ticos, y en vehículo automotor.

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