Carlos Freer, cineasta
cfreer@cariari.ucr.ac.cr

Nos pusimos a bailar “Al compás del reloj” en los asientos del teatro Apolo. Veíamos la película “Celos y revuelos” con “Bill Halley y sus cometas”.

Con ello queríamos emular el loco arrebato que experimentaban los jóvenes de otros lares con el “rock’n roll”. Nosotros no sentíamos esa locura (a decir verdad, todavía nos gustaban más el merengue, el chachachá y los boleros), pero nos parecía que era una manera de demostrar rebeldía, en aquel Cartago del 58, como la habíamos demostrado en aquella larga huelga de abril, cuando clamábamos por la reafirmación de Fernando Runnebaum en la dirección del San Luis Gonzaga.

En esos días, casi todos sentíamos admiración por las figuras legendarias de Fidel, Raúl, el “Che” Guevara, Camilo y otros que aún no bajaban de la Sierra Maestra. Cambiábamos la letra de las canciones conocidas por otras donde cantábamos las “hazañas”.

Ganamos los campeonatos internos de fútbol y de básquet más por maña que por pericia. Desfilamos con banda y caballería el día del santo patrón del Colegio. Nos embelesó la compañía española de Alejandro Ulloa con “La vida es sueño”. Nos conmovió la muerte de García Monge y debimos correr a leer “Platero y yo” por el deceso de Juan Ramón Jiménez.

El paseo a Orosi fue de antología. Brumosas madrugadas nos acompañaron junto a las Ruinas. Nos entregó el título de bachiller el hoy benemérito don Mario Echandi Jiménez. ¿Cómo puede ser que pasaron 50 años de todo ello?