Roxana Zúñiga Quesada
Periodista
ropazu@racsa.co.cr

La tentación es tomar una copa de agua fría después de una carrera en el desierto. Es comer sopa de pollo, con limón y chile, en el Cerro de la Muerte. Es averiguar cuánto gana el jefe…

Pero también es comentar de la Selección y sus ralos resultados. Poco importa si el sistema táctico, con línea de 3 o de 4, falla; si la defensa central es como el coladero de la mazamorra y si la delantera es tan peligrosa como un pollito amarrado en una bolsa.

Esos sesudos análisis se los dejo a los 3 millones de Van Basten que tenemos.

Me sonrojan las declaraciones de los jugadores y pienso: ¡Allí germina esta enorme mediocridad con tacos! Da pena tanta excusa y justificación.

Los futbolistas y sus técnicos tampoco son los únicos culpables. Esa es la Costa Rica que tenemos: ni orgullo ni motivación ni dignidad.

El país enfrenta la peor peste de cinismo de su historia. El único sonido que mueve voluntades, y provoca acciones, es el de la caja registradora.

El balompié, en varias cosas, es un reflejo del ser de los pueblos. El nuestro es de pereza, desidia, falta de solidaridad y poco compromiso y valentía.

La forma de establecer la vida es: “Yo no tengo culpa de nada, el otro es quien no lo hace bien… Por cierto, ¿cuándo me pagan? ¿Los feriados siempre son los lunes?”.

Así, jamás vendrán los buenos resultados. Perdimos la pasión para hacer cosas más allá del tucán.