Ramón L. Méndez
Exárbitro
El réferi no debe permitir que sus decisiones sean cuestionadas por los jugadores. Sus fallos son inapelables, no se le debe objetar por más equivocado que esté.
Aunque para algunos suene prepotente, así está establecido.
El problema es que por no “caer mal, congraciarse, temor, miedo a algunos colores de camisetas” y muchos otros factores, los árbitros lo permiten.
El más sonado ejemplo fue el domingo en San Carlos. Solo Édgar Rodríguez sabrá por qué le permitió al jugador saprissista Michael Barrantes que le dejara mal parado.
Esto al señalarle directamente en su cara, con el dedo, que estaba equivocado.
En ese momento Rodríguez le amonestaba por una falta. Pero la regla dice que si se está amonestando a un jugador y comete otra acción de tarjeta o expulsión, se debe tomar la medida correspondiente.
Pero Édgar prefirió permitir el irrespeto del jugador y seguir como si nada. Por si fuera poco, en el mismo partido el local Carlos Picado le dio una patada a Rónald Gómez, que era para pitar penal. Solo Édgar sabrá por qué no señaló la falta.
© 2008. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.