Viernes 23 de mayo de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Mastatal
Testigo de cambio

Miguel Salguero
Periodista

El mastate es un árbol cuya corteza, si se machaca, se convierte en un tipo de tela con la cual los indios, y luego los españoles pobres, cubrían sus vergüenzas, según decires de antaño.

Pues Mastatal es un pequeño caserío al pie del cerro La Cangreja, el único reducto de bosque primario de todo Puriscal, convertido en parque nacional gracias al empeño de un grupo dirigido por el entonces diputado Quírico Jiménez.

Se dice que allí murió una norteamericana montañera y que fue enterrada en el mismo lugar. Ya existe una conseja: que por las noches deambula su fantasma por el camino que lleva a Zapatón, reserva indígena.

En Mastatal fundaron unos franceses, perseguidos en su país, una colonia. Se trataba de anarcosindicalistas, y esta doctrina fue perseguida en Francia.

Construyeron ranchos de palma enormes, tipo palenques. El jefe de la colonia, George Vidal, se enamoró de una lugareña, probablemente indígena, la cual le inspiró una hermosa novela: “Mi mujer y mi monte”, que ya hace bastantes años reeditó la Editorial Costa Rica.

Mastatal es hoy un pequeño caserío, y, como es de suponer, tiene iglesia, escuela, salón comunal y unas pocas casas.

Si usted desea visitar este lugar, debe llevar vehículo doble tracción; o si quiere ir a caballo, que sepa algo sobre el arte de la equitación, no sea que le pase lo que a una gringa que en cierta ocasión invitamos a San Miguel. Apareció un vecino con su rocinante y ella pidió montarlo. Lo hizo y se desapareció tres horas camino abajo.

Cuando regresó, le preguntamos el porqué de la tardanza, nos contestó: “Es que no saber cómo darle vuelta al ‘horse’”.

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