Domingo 13 de diciembre de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales | Doña Itza trabaja con la receta de la abuela
“Vengo de una familia con tradición tamalera”
Esposo e hijos empujan empresa
  • AlDia.cr
    La faena es extenuante para dar a basto

Hugo Solano
hsolano@aldia.co.cr

Su historia comenzó con dos pequeños bloques y una olla. Primero se iba a ofrecer las “piñas” de tamales y cuando llegaba a 50 pedidos, le prendía fuego con leña a ese improvisado fogón y con una amiga preparaba los tamales.

“Me acuerdo que doña Fina, mi abuela, se preocupaba mucho por la masa y ella era la que hacía los mejores tamales de Salitrillos”, comentó Itza Abarca Calderón, dueña de una tamalera en Salitrillos de Aserrí.

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Ayudar en las extensas jornadas familiares, desde que tenía 14 años, le permitió a esta microempresaria dominar las técnicas que actualmente le facilitan, junto con su esposo, sacar adelante los estudios y necesidades de la familia de seis miembros.

En su casa tiene dos enormes pailas y un tanque metálico adicional donde prepara 3.200 tamales diarios.

Melissa y Karina, sus hijas de 16 y 14 años, le ayudan cuando terminan sus faenas del colegio, lo mismo que Alejandro, quien cursa el quinto grado en la escuela.

También se integran otras seis vecinas que, en temporada alta, acostumbran ayudarle a alistar los materiales, envolver, amarrar y cocinar los tamales.

Hasta la madrugada

Las jornadas son largas porque además de los pedidos fijos en las sodas de los Mercados Borbón, Central y el de la Coca Cola, son muchas las familias que encargan los tamales en esta época

Poco a poco la familia acondicionó en el patio, puso una pila, techó el galerón y construyó los fogones que no paran de humear en esta temporada.

El esposo de Itza tiene un “pick up” en el que recoge la leña para el fuego que consigue en una empresa que desecha tarimas de madera y, en ese mismo carro, compra la materia prima y distribuye el producto.

Normalmente colocan 600 “piñas” por semana, pero actualmente eso lo venden en un día, solo en los mercados.

Según narró doña Itza, ella inició labores hace nueve años y, poco a poco, la microempresa cobró fuerza.

Vende tamales corrientes, que llevan zanahoria, carne, arroz y la masa. El especial lleva garbanzos, “petit pois”, doble carne, vainica, chile dulce y zanahoria.

Hay de frijol, de pollo, bocas y otros que hacen a gusto del cliente con aceitunas, hongos, huevo y otros ingredientes .

Ella usa masa preparada y dijo que no le echa papa. También cocina todo de una vez, es decir, no cocina la masa aparte como otras personas acostumbran.

A la masa le ponen manteca de cerdo y especias para lograr una sustancia con la receta de la abuela, la cual caracteriza el tamal.

Un repartidor se lleva mil tamales por día a sodas y pulperías en Alajuelita, Desamparados y otras zonas.

La “piña” de tamal corriente vale ¢500 y los especiales ¢1.000.

Las hojas para los tamales las compran en Limón y el consomé, “ajinomoto”, achiote, ajo en polvo y demás especias en San José.

Las ventas de este año con relación a a los anteriores están parecidas, aseguró. Añadió que algo que ama de su trabajo es que le permite compartir y disfrutar con su familia y amigos.

En Salitrillos

La inventiva les ha permitido abaratar costos, debido a que el esposo de Itza es maestro de obras y él mismo hace los hornos, los techos y repara las pailas.

Ellos no usan preservantes en los tamales y recomiendan consumirlos antes de 15 días.

La tamalera queda en Salitrillos, carretera a Jericó. El número telefónico para pedidos es 2500-0150 y el costo de la “piña” va de ¢500 en adelante.

1

Esta paila la compró en San Ramón

2

Le adaptaron una chimenea

3

Le caben 1.200 tamales

Una labor que me recrea

Con 44 años, esta vecina de Aserrí, dice que al principio le daba miedo incursionar en esta empresa e incluso, primero iba casa por casa a ver quien le encargaba y luego hacía los tamales.

Cuando compró la primera paila no tenía chimeneas por lo que usaba latas de zinc para canalizar el humo, hasta que una vez vio que se le estaban quemando los horcones y tuvo que tirarles agua con una olla para apagarlos.

Su abuela, su padre y su mamá se dedicaron siempre a esa labor y actualmente ella elabora 2.600 piñas diarias. Dice que su labor le recrea.

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