Ana Coralia Fernández, periodista
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Niños de todas las edades nunca más serán agredidos, ni abusados. Podrán jugar en los parques sin que peligros invisibles los aguarden.

Su educación será realmente gratuita y obligatoria por el convencimiento de que es una gran llave que abre muchas puertas.

Jóvenes no se sentirán desamparados y encontrarán en el estudio y en el entusiasmo muchas oportunidades.

No habrá etiquetas para ellos y se proyectarán a la sociedad como si fueran esperanzas caminando.

Viejos no se sentirán desechables y al final de su vida recogerán los frutos de su trabajo en pensiones justas, suficientes y dignas.

Políticos tendrán una sola cara, voces propias, no prestadas ni copiadas. Asumirán compromisos serios, propondrán metas accesibles y abandonarán para siempre los espejismos.

La pobreza no será el nido donde se gesta la delincuencia. La riqueza no será el nido donde se gesta la insensibilidad.

La justicia nunca más será ciega. Tendrá una lupa grande para ver quién hace qué y aplicará las consecuencias. Nos cuidaremos entre todos, desde las casas, los barrios, los municipios y el Estado.

Los padres de las patria realmente nos verán como hijos. Se olvidarán de sus intereses particulares y trabajarán por el pueblo que, creyéndoles, los eligió.

¿Habremos caído por inocentes comiendo pan caliente? No lo creo. Ninguna de las cosas enumeradas es ciencia-ficción. Todo es posible si lo queremos con fuerza y lo deseamos.