Miércoles 8 de julio de 2009, San José, Costa Rica
Sucesos | Segundo día de debate en tribunales de San José
Papás lloran al recordar en juicio a sus hijos y sus sueños
Amiga que conducía carro donde iban los jóvenes vio un destello antes de colisión
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    Este joven no identificado se fundió ayer en un abrazo con la madre de Natalia Trejos. A su lado, Elizabeth Altamirano y Rafael Mena, padres de Rebeca. Herbert Arley.
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    Los fiscales Paula Guido y Julio Vargas; Sandra Castro de la Oficina de Atención de la Víctima, y el querellante, Fabio Oconitrillo (derecha), siguen con atención el debate. Herbert Arley.

Carlos Láscarez S.
clascarez@aldia.co.cr

“No existe nada, ni nadie en el mundo que le ayude a recuperar a un hijo. Mi hija nació en el seno de una familia que cree en Dios. Creció con esos valores de amor y de ayuda al prójimo”, afirmó ayer frente al tribunal Rafael Mena Ulate, padre de Rebeca Mena Altamirano, en su testimonio.

El papá recordó que a su hija le encantaba cocinar. Eso la llevó a estudiar alta cocina para convertirse en chef y, de paso, ayudar en la preparación de los alimentos y bebidas que solía repartir entre los indigentes.

Agregó que en su casa no hubo televisión hasta que Rebeca cumplió nueve años, para que se diera más unión familiar.

“Ella no se iba a dormir hasta que le leyéramos historias bíblicas”, recordó con alegría Mena.

“Cuando murió, vimos caer al suelo nuestras creencias. Vamos recogiendo pedacito por pedacito de todo lo que nos dio”, recordó su madre, Elizabeth Altamirano.

Para Ana Sánchez Robles, madre de Natalia Trejos, la noche en que recibió la noticia fue el momento más tremendo de su vida, recordó ayer en medio de lágrimas. Agregó que su hija era extraordinaria y que la sociedad perdió a tres magníficos jóvenes que tenían gran potencial.

En su declaración, el padre de Natalia, Alejandro Trejos, aseguró que su hija tenía una vitalidad increíble y que parecía tener una agenda de 24 horas, ya que estudiaba Diseño Industrial en el TEC, era integrante del grupo religioso “K-sona” y gustaba de la danza, entre otras tareas.

“Tenía la convicción de ser independiente económicamente. Era cariñosa con los niños y se metía en un montón de cosas. Siempre fue muy amorosa y superamiguera”, expuso Trejos.

Rigoberto Quesada, abuelo de Diego Quesada, aseguró que él lo había criado desde los siete meses, después de la muerte de su hija. Recordó que estudiaba Ingeniería en la UCR y que no tenía palabras para describirlo.

Los familiares comentaron que esperan que se haga justicia por la memoria de sus hijos.

“ Sabía que habían muerto”

En la tarde de ayer también brindó declaración María Gabriela Rojas, quien conducía el vehículo Mitsubishi Mirage que fue golpeado por el Volkswagen Passat que conducía el imputado de apellido Quesada, de 24 años.

Señaló que la noche del accidente pasó dos semáforos en verde, luego vio un destello y casi, de seguido, vino la colisión.

“Sentí el impacto y luego escuché a Álvaro quejarse. Vi a Diego y a Rebeca muertos. Natalia estaba a unos metros debajo de un carro. Sabía que los tres habían muerto”, relató aún asombrada.

Como parte de las lesiones que todavía conserva están un problema en las rodillas y fuertes dolores en la espalda. Trata de no conducir en las noches pues todavía siente mucho miedo. Señaló que sí llevaba el cinturón de seguridad y que la alcoholemia que le hicieron dio negativa.

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