Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

La humanidad solía producir dos o tres genios por siglo.

Ahora nos da media docena por mes.

¿Hay hoy más talento o los valores para establecer la brillantez mental se han ampliado? No lo sé. Solo observo que cualquier “patas vueltas” adquiere la noble etiqueta.

La genialidad ha mudado de piel y tiene otras connotaciones a la de hombres y mujeres que transformaron nuestra civilización.

Si un futbolista ejecuta en la cancha dos o tres cabriolas vistosas, se deja el pelo largo y se aplica unos tatuajes estamos frente a un genio.

Si un personaje con varios días de no bañarse, desaliñado y contestatario, tira un huevo podrido sobre un lienzo, arroja una lata de pintura y titula su obra: “El vivir apesta”, pues consigue que la crítica doble su rodilla y se deshaga en alabanzas.

Si otro individuo escribe un millón de veces “perla, tu brillo me enceguece” le sobrarán las páginas de entrevistas y artículos en los que destaquen su habilidad creadora. La palabra está tan devaluada como el colón.

Lo son los sinvergüenzas que se robaron los bancos y empresas en Estados Unidos y, en su momento, en Costa Rica. Lo son los que inventan las irreales “pirámides”, los que ponen estafas en Internet, los que planifican robos increíbles…

Esta inflación galopante de la genialidad debe provocar las carcajadas de Mozart, Da Vinci, Galileo, Pitágoras y tantos seres cuyas neuronas nunca dormían ni tomaban vacaciones.