Edgar Fonseca, director

Con la escogencia de la candidata presidencial del PLN, queda despejado el panorama para la contienda de febrero.

El votante liberacionista se inclinó por doña Laura Chinchilla, delfín del arismo en el poder.

¿Por qué? Ya hablarán a cántaros los entendidos pero hay razones poderosas a la vista, en una y otra dirección, del triunfo y la derrota.

La candidatura de Chinchilla se monta sobre los réditos de una segunda gestión de Arias que, a estas “alturas del partido”, ronda un reconocimiento público del 70%.

Ese valladar no es fácil de saltar y el propio don Johnny lo denunció amargamente a lo largo de la campaña.

Doña Laura quien, por momentos se bamboleó para no quemarse con un posible desgaste del gobierno, finalmente entendió que, o se echaba al hombro cuanto logro notara la gente de la administración, o, trastabillaba, como lo sintió en carne propia al inicio del año.

La estructura fue clave.

Para empezar, la fracción abandonó a Araya y en esas condiciones, en las tiendas liberacionistas, cualquier batalla está perdida. Algunas sumatorias diputadiles, de último minuto, terminaron, más bien, de espantar, a la gente.

El votante verdiblanco se inclina por la continuidad.

El anzuelo de hacer un alto en el camino, de “rectificar el modelo de desarrollo”, en los tiempos que surca el país, con un discurso que, hasta anoche al admitir la derrota, surcaba aguas neopopulistas, no caló.

Queda por ver el liderazgo de Chinchilla para unir al PLN tras una lucha tan intensa como la que acaba de cerrar y poner proa al domingo 7 de febrero con el PAC y don Ottón jugándose la vida.