Jueves 26 de marzo de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales | Pido la palabra
Vieja alborotada

Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Dormía plácidamente cuando un terremoto de palabras con gritos me sacó del descanso. No era una familia de urracas parlanchinas, pero se parecían mucho.

No deseaba escuchar su conversación, pero sus estridentes voces se oían a 100 kilómetros a la redonda. Eran papá-mamá-chichí-guauguau y suegra.

Él le decía a ella: “Es en el barrio, allá por la casa del portón azul apolado, por donde vive el señor que usa sombrero y se ve horrible; allá por donde tienen una brujita de adorno en el techo”. Ella contestaba: “¿Por donde vive la vieja alborotada?”. “Exacto –replicaba él–. De ahí cien metros más hacia arriba, por la casa de esa gentuza que raja de todo…”.

Me quedé estupefacta y pensativa. Esas personas habían elaborado una radiografía social del sitio al que pertenecían. Más me llamó la atención que ningún rasgo fuera positivo, sino puros defectos. Pero lo mejor estaba por venir: también habían escrutado a todos los que estábamos en el hotel.

Él comentaba: “Vieron a la vieja esa en biquini amarillo, parecía una hoja de palmera… solo estrías…”. Ella contraatacaba: “Ja, ja, y se creía Julia Roberts caminando a la orilla de la piscina. Pero más me llamó la atención el viejito canoso, ennoviado con la negrita quinceañera… seguro la encontró por el parque Morazán y se la trajo a pasear…”.

En esa misma cruel perorata siguieron hasta que las purrujas salieron a cenar. ¿Por qué ese afán de meterse en la vida de los demás? Clásico en el tico.

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