Edgar Fonseca
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Es justo reconocer el esfuerzo interinstitucional para mermar la violencia en Limón. Pero no menos grave es el reto que enfrentan diferentes organismos de seguridad infiltrados y amenazados por grupos delincuenciales.
El crimen organizado, bandas de sicarios y narcos tienen en su mira nuestras instituciones policiales.
Desde pésimos salarios hasta ausencia de capacitación, son nutrientes para que el acecho de estos grupos encuentre terreno fértil en agentes inescrupulosos.
Media comandancia de Heredia fue echada hace un año, por nexos con bandas delictivas; hace poco barrieron a policías y oficiales metropolitanos corruptos.
Y delegaciones costeras y fronterizas son copadas por bandas narcos, como quedó al descubierto en Parrita, Quepos, Jacó, Herradura, La Cruz y Santa Cecilia.
Vaya uno a saber la profundidad del tumor.
Es fundamental, por ello, neutralizar esta arremetida.
La inseguridad galopante es un desafío mayúsculo para la próxima administración.
Y lo será el reforzamiento institucional, con recursos de todo calibre, para enfrentar la amenaza de la infiltración por parte de estas mafias, muchas veces con hondas raíces en las esferas de poder, dispuestas a proteger a sus capos, como lo documenta, entre otros, Roberto Saviano en la pesadilla italiana.
El país respaldará y agradecerá cualquier esfuerzo que se haga. El ejemplo de puerto Limón es esperanzador.
Pero se requiere cirugía mayor.
El mismo director del OIJ reconoce que los secuestradores de un empresario pudieron escapar gracias a la supuesta complicidad de algún agente corrupto.
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