Jueves 19 de agosto de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | Hoy entierran a Jenny Álvarez y a Sebastián Delgado
“Ella era un ángel para mí y el bebé también”
Sepelios serán hoy a partir de las 8 a.m. con misa en la comunidad
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    Isela colocó fotografías de su hija y su nieto en la capilla, en su memoria. Rafael Pacheco.
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    Los más allegados acompañaron los cuerpos a la capilla. Hoy son los funerales. R. Pacheco.
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    Alexander Delgado, esposo, mostró serenidad y fortaleza en la iglesia. Rafael Pacheco.

Franklin Arroyo González
farroyo@aldia.co.cr

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A punto del llanto, a un segundo de las lágrimas, María Isela Venegas Ramírez sacó fuerzas para decir: “Sólo sé que ella fue una buena hija, una buena esposa, una buena madre y... ella fue demasiado, fue un ángel para mí... y el bebé también...”.

Eso lo expresó en el trayecto de unos 200 metros entre su casa y el templo católico de la comunidad de Las Luisas donde ayer velaron a Jenny Álvarez Venegas y a su bebé, Sebastián Delgado Álvarez, de año y seis meses.

Ambos murieron el martes pasado en la autopista General Cañas, arrollados sorpresivamente por un autobús, sin permiso para circular en la ruta, de la empresa Transportes Unidos Alajuelenses S. A. (Tuasa).

En la casa, previo a la marcha fúnebre, había un alboroto en torno al único ataúd, que contenía ambos cuerpos. Llanto, ojos enrojecidos, abrazos. Familiares, empleados municipales, policías, vecinos... todos se solidarizaron con Isela y con el esposo y padre, Alexánder Delgado Mesén.

Él lucía tranquilo. Intercambió algunas palabras con familiares, habló por teléfono, acompañó los cuerpos a la iglesia y se tragó el llanto.

También lo contuvo Luis Venegas, abuelo de Jenny. “Uno asimila. Ya me han pasado cosas con otros nietos. Uno se ahogó a los nueve años. Lo sacamos del río. Otro, de 15 años, murió de una enfermedad. De Jenny, ¿ qué le voy a decir? ¡Yo la crié! Era buena, hacendosa, amable y respetuosa”.

Y dedicada a su hijo. Dejó el trabajo formal que tenía hace poco menos de un mes para cuidar a Sebastián, el tesoro de la familia.

Mayela Brenes, una prima, la recuerda como la muchacha que vivía entre el hogar y su iglesia, muy apegada a su familia

“Decía que quería vivir para su hijo, al lado de su esposo. Era una buena muchacha. Es lo que más duele. Casera y trabajadora, dejó la oficina para dedicarse a su hijo”, dijo.

Pese a la tragedia, la vela vespertina tuvo olor a café, a pancito casero y contó con las sonrisas de reencuentros, con viejos amigos, con niños jugando.

Los funerales son hoy. A las 8 a.m. hay misa en la iglesia de la comunidad, luego pasan al templo Pasión por las Almas en avenida 10, donde ella asistía y a eso de las 10 a.m. pasan al Cementerio Obrero. Se prevé el cierre de la avenida 10 por el sepelio.

“Aquello era una locura”

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Alfredo Zúñiga.

Como una locura. Así describió Alfredo Zúñiga los minutos de terror que vivió el martes cuando regresaba de una cita médica.

“Venía en uno de los últimos asientos y vi cuando el camión se le metió al bus, después de eso todo fue muy rápido. No sentimos cuando se brincó la valla ni nada, cuando nos dimos cuenta estábamos abajo. Todo el mundo gritaba y lloraba, aquello era una locura. Recuerdo la imagen de un señor en medio pasillo con la cabeza rota”, relató Zúñiga, quien labora como contador y reside en Alajuela centro.

Según el hombre, que resultó con varios golpes en su espalda, cintura y cadera, tras caer al guindo se asomó por la ventana y vio que la parte delantera del bus estaba casi dentro del agua.

“La gente intentaba salir por delante y otro señor y yo gritábamos que se vinieran para atrás para hacer contrapeso, logré salir por mis medios por una de las ventanas y empecé a subir”, recordó.

“Me agarré del asiento”

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Sen Alvarado.

Sen Alvarado fue uno de los que logró salir menos golpeados en el accidente.

“Sólo sentí cuando el bus frenó y cuando lo vi ya iba para el guindo, nada más me agarré duro del asiento, oía gritos y yo iba callado”, relató Sen quien es vecino de Tibás y viajaba a Alajuela a comprar bambú para elaborar pequeñas marimbas.

Una vez que el bus terminó de caer al precipicio, Sen recuerda: “a como pude me fui por encima de los asientos porque el bus quedó inclinado, hasta que llegué a una de las ventanas de atrás por donde logré salir. Como todo el mundo estaba asustado no lo dejaban salir a uno”, dijo.

Alvarado, quien ayer aún se quejaba de algunos dolores, agradece a Dios, pues sólo sufrió golpes en el pie.

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