Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr
Perdón. Sé que este espacio no es para abordar temas personales, pero hay ocasiones en que se debe imponer la excepción. Una gran amiga ha partido a reunirse con Dios y me gustaría contarles algo sobre Blanca Amaya.
Nunca había conocido una persona tan íntegra y honesta. Nunca había tratado con alguien tan solidario, responsable y preocupado, genuinamente, por los problemas nacionales.
Con metódica paciencia supo escoger a su grupo de amigos y le fue leal hasta su última brizna de vida.
¿Para qué escribir más si el talentoso Alberto Cortés ya narró con suma maestría lo que acontece en el alma cuando un amigo se va?
Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido que no se puede apagar
ni con las aguas de un río.
Cuando un amigo se va
una estrella se ha perdido
la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido.
Cuando un amigo se va
se detienen los caminos
se empieza a revelar
el duende manso del vino.
Cuando un amigo se va
galopando su destino
empieza el alma a vibrar,
porque se llena de frío.
Cuando un amigo se va
queda un terreno baldío
que quiere el tiempo llenar
con las piedras del hastío.
Cuando un amigo se va
se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha vencido.
Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío.
© 2010. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.