Calle Lajas.- Recostado y solo en su casa, el transportista de carga Omar Sandí Marín, recordó ayer que se tapó los oídos para esperar lo peor para él. Así lo recordó ayer mientras apreciaba la magnitud de la tragedia desde el corredor de su casa, sentado en una vieja silla.

“Salí a ver qué era lo que pasaba. Los cables eléctricos echaban un chispero y un carro que estaba parqueado fue levantado por la avalancha y enviado a unos metros de distancia”, contó.

Solo esperaba que la avalancha llegara a su casa. Con 10 años de vivir en la zona, Sandí nunca había pasado por algo tan dramático, en especial porque siempre tuvo gran amistad con los hoy fallecidos, a quienes recordó como personas honorables y leales.

“Se oyó como un trueno y como un avión que despegaba. Ellos eran excelentes personas. Este pueblo no volverá a ser el mismo. De la familia de Miguel solo cosas buenas recuerdo hoy”, narró con pesar.

Durante varias horas temió por su vida, por la cantidad de material tras la fuerte correntada.

“El estar con vida es mejor que haber pegado la lotería. No dormí, toda la noche me la tiré acá. Desde la madrugada algunas personas encendieron focos para buscar a víctimas, pero era muy difícil”, dijo Sandí, de 40 años.

De momento, desconoce qué le deparará el futuro y si se mantendrá en la zona.

Tampoco había recibido ninguna indicación oficial por parte de la Comisión Nacional de Emergencias.

Durante varias horas siguió de cerca el rescate y levantamiento de los cuerpos, mientras comentaba con vecinos las bondades y virtudes de quienes partieron.

“Este pueblo antes de la tragedia era una belleza. Salía tranquilo y sin temor porque entre todos nos cuidábamos. Son recuerdos que guardaré en la memoria hasta el final de mis días”, afirmó.