Domingo 3 de octubre de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | Accidente de bus en Pejibaye de Pérez Zeledón
Volvieron a nacer y agradecen milagro de estar vivos
Aunque las heridas físicas van sanando, las secuelas psicológicas parecen anidarse en muchos de los estudiates, pues el miedo no desaparece
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    Al parecer, el autobús quedó sin frenos y luego cayó en un precipicio de unos 60 metros de profundidad. Alexánder Otárola.
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    El bus tomó velocidad en una pendiente de unos 700 metros desde el cementerio, hasta caer al guindo. Alexánder Otárola.
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    Algunos estudiantes que viajaban en la unidad accidentada no olvidan los segundos de terror vividos. Alexánder Otárola.

Angie López Arias
angie.lopez@aldia.co.cr

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Pejibaye, Pérez Zeledón. Fueron pocos segundos, pero los suficientes para cambiar la vida a 46 jóvenes que estuvieron cara a cara con la muerte y que al final le lograron ganar la batalla.

Los estudiantes del Colegio Técnico Profesional de Pejibaye de Pérez Zeledón, quienes viajaban en el bus que cayó en un precipicio de unos 60 metros, el 22 de setiembre, volvieron a nacer.

Aunque hoy agradecen el milagro de estar vivos, los dolorosos recuerdos de esos momentos cargados de pánico y angustia, les roban el sueño y les hacen experimentar pesadillas.

No es para menos. El autobobús de la empresa Gafeso-Musoc, que no tenía permiso para transportar estudiantes, al parecer, se quedó sin frenos cerca del cementerio de la comunidad y cayó aparatosamente en el guindo.

Muchos aseguran que la magnitud del accidente era para causar una tragedia, sin embargo, sólo una joven requirió ser trasladada a San José, mientras que 12 resultaron con severos golpes y los demás con lesiones leves.

Pánico

El miércoles anterior, a tan sólo una semana del accidente, la mayoría de jóvenes se había reincorporado a clases. Únicamente una menor permanecía en el hospital San Juan de Dios y otro en el albergue del Instituto Nacional de Seguros (INS). Los otros tres en sus casas de habitación.

“Es un milagro que todos sobreviviéramos. No recuerdo mucho, sólo que el parabrisas estaba sobre mí. Los primeros días no podía dormir”, dijo Paola Solís, de 17 años.

Jennifer Umaña, de 18 años, quien aún tiene en su rostro las secuelas de los golpes, recuerda cómo brotaba sangre de su nariz, pero eso no la hizo dejar de ayudar a su hermano Deyner, de 13 años.

“Quería sacar a Irleny (compañera), pero no pude. En eso mi hermano comenzó a llorar y un señor que no sé quien es, me ayudó a sacarlo”, recordó.

Deyner fue operado de su tobillo izquierdo en el albergue del INS, debido a la lesión que sufrió.

Carmen Jiménez, madre de los jóvenes y quien cuida de su hijo en el INS, comentó que al llegar al lugar del accidente, veía gente con sangre y se desesperó porque no ubicaba a sus hijos.

“Estaba en una reunión cuando me llamaron y me dijeron que mis hijos habían tenido un accidente. Casi me muero. Al llegar sólo me topaba a gente bañada en sangre. Preguntaba por ellos y no sabía nada. Fue angustiante”, contó.

Los estudiantes dan gracias a Dios por estar vivos y también le agradecen al chofer, Ronald Vindas, pues para ellos, él hizo todo lo posible para salvarlos.

Vindas se recupera de un golpe en el tórax y aseguró que ese día, Dios les bendijo con devolverles la vida, que por poco pierden.

“Yo vi la misericordia de Dios. Son momentos en los que uno depende solo del Señor. Él es el Dios de los milagros porque nos mantuvo con vida”, afirmó.

Vindas no quiso referirse a su condición laboral ni a un eventual proceso legal. Solo manifestó que espera recuperarse durante los ocho días de incapacidad.

Gritos y terror

Aviso. Antes de las 7 a.m., cerca del cementerio, Ronald Vindas, chofer del autobús, avisó a los 46 jóvenes que se había quedado sin frenos. El bus no tenía permiso para transportar estudiantes.

Velocidad. El vehículo tomó velocidad en la pendiente de unos 700 metros, perdió el control y no pudo hacer una curva. Cayó en un precipicio de unos 60 metros.

Voló. Los estudiantes afirmaron que el bus voló varios metros hasta impactar en el fondo del guindo. Fueron segundos de gritos, pánico y gran angustia.

Piden buses en mejor estado

Estudiantes del colegio piden que otra empresa les brinde el servicio de transporte. Samantha Núñez, presidenta estudiantil, afirmó que todos los buses que les trasladan están en mal estado.

“Esta vez no hubo muertos, pero no podemos esperar a que eso pase”, advirtió.

Gilbert Valverde, director del colegio, dijo que con la junta educativa valorarán la continuación del servicio con la compañía Gafeso-Musoc. Gilbert Fernández, dueño de la empresa autobusera, reconoció que el bus no contaba con permiso para transportar estudiantes, pero que se usó por causa de fuerza mayor.

Fernández dijo que ha visitado a las víctimas para ofrecerles ayuda. Agregó que en el accidente pudo mediar falla humana y que el bus no se quedó sin frenos, aunque eso lo confirmará un informe. Maristella Vaccari, viceministra de Transportes, indicó que la próxima semana ingenieros realizarán un peritaje al bus para emitir un informe a la junta directiva.

La oficina de prensa del Ministerio Público informó que no hay ninguna denuncia ante la Fiscalía de Pérez Zeledón, pero que mañana funcionarios de esa dependencia visitarán a los afectados para explicarles cómo y qué tipo de denuncia interponer.

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    Tania Arroyo, de 14 años, y su madre, Delma Ceciliano, recuerdan los momentos de angustia vividos. Alexánder Otárola.
“Pudo haber muertos”

Desde el día del accidente, Tania Arroyo, de 14 años, no ha vuelto al colegio, pues se mantiene incapacitada por los fuertes golpes que sufrió en el accidente.

Aún nerviosa y con marcas en su rostro, la joven sólo puede decir que fue un verdadero milagro que todos los estudiantes estén vivos. “Ahí pudo haber muertos. Fue un milagro que todos nos salváramos. No he pasado por el lugar del accidente, pero sé que me dará miedo”, aseguró.

Esta alumna de octavo año recuerda que iba escuchando música y que de un momento a otro, todos comenzaron a gritar y fue cuando se percató de lo que sucedía.

“Intenté agarrarme del asiento, pero no pude. Después de eso no me acuerdo de nada, hasta cuando desperté en la clínica”, confesó. Arroyo resultó con la boca rota, por lo que requirió varias puntadas. También sufrió moretones en todo el cuerpo, un golpe en uno de sus pulmones y la pérdida de sus lentes.

Su madre, Delma Ceciliano, comentó que se sorprendió al ver las condiciones en las que quedó el autobús, pues reflejan la magnitud de lo que pudo ser peor. “Cuando llegué, la vi muy golpeada, pero sabía que estaba bien. Quedé sorprendida al ver el bus. Ahora estamos tranquilos, por dicha no pasó a más, ya todo pasó”, añadió.

Ambas sólo quieren dejar atrás los tristes recuerdos del accidente y seguir adelante, sin dejar de agradecer por el milagro ocurrido.

  • AlDia.cr
    Maximino Bejarano, estudiante de décimo año, no puede conciliar el sueño por el temor que aún siente. Alexánder Otárola.
“Sueño con el accidente”

“Con el pasar de los días estoy más tranquilo. Trato de no acordarme, pero me sueño con el accidente”. Así describe Maximino Bejarano lo que ha experimentado en los días posteriores al suceso. “Cuando paso por donde se cayó el bus siento muy feo, pero no queda de otra que seguir viajando”, dijo el joven con tono de resignación.

Bejarano, quien es estudiante de décimo año, recuerda que cuando el conductor les anunció que se había quedado sin frenos, se persignó y trató de acomodarse para evitar golpes.

“Del impacto contra el suelo no recuerdo nada. Cuando me levanté vi a muchos sangrando y otros estaban prensados. Todos gritaba y pedían ayuda”, contó.

“El chofer gritó que estábamos sin frenos, jaló varias palancas para tratar de detener el bus. Él hizo todo lo posible para salvarnos. Volamos. Pensé que no íbamos a quedar vivos ”, agregó.

El muchacho comentó que siempre viajaban en otro bus, pero que ese día lo cambiaron porque, al parecer, la unidad habitual que les transportaba había tenido un problema. Está agradecido con quienes llegaron a ayudar, pues aseguró que muchas personas se acercaron al lugar del accidente para sacar a los estudiantes y colaborar.

Él recibió golpes en las piernas que ameritaron su internamiento por un día y aunque físicamente se encuentra bien, las secuelas psicológicas aún permanecen. Por ahora, trata de olvidar y busca superar el miedo que le produce subirse al autobús que le traslada al colegio.

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