Domingo 5 de septiembre de 2010, San José, Costa Rica
Internacionales | Video: recorrido por la casa / Cortesía Milenio
El asesino de los ojos verdes
Describen a “La Barbie” como un hombre frío e implacable con sus enemigos
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    Confesó tener inversiones en Colombia y que toda la droga que traficaba –toneladas al mes– provenía de ese país. El Universal/GDA.
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    Cayó dentro de esta casa, en una finca rústica. Fotos: El Universal/GDA.
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    Vista del interior del inmueble, con barriles en forma de asientos y billar.
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    En el bar no faltaban los licores y se aprecian también unas “tabletas”.
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    En los patios y cocheras se hallaron dos cuatrimotos y dos motocicletas.

El Universal de México/GDA
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Distrito Federal. De muñeca, Édgar Valdez Villarreal, sólo tenía el nombre porque dicen que a la hora de asesinar y ajustar cuentas con sus enemigos, uno de los capos más buscados por los gobiernos de México y de Estados Unidos, era el más sanguinario y frío de todos los matones.

El nombre y la cara, (ojos verdes, nariz afilada y boca pequeña) le valieron en los bajos mundos el sobrenombre de “La Barbie”, pistolero, matón, sicario y operador de primer nivel del narcotráfico que creció al mando de los hermanos Beltrán Leyva y a la muerte de estos, sobre todo de Arturo, tomó el control del cartel de las drogas que ambos comandaban.

Nacido en Texas, EE. UU., este hombre de 37 años había hecho del Distrito Federal, Cuernavaca y Acapulco sus principales zonas de operación y los lugares donde se movía como pez en el agua, sabedor de que toda una red de corrupción lo protegía.

Su aspecto es bastante engañoso y podría parecer un universitario del sur de Texas, aunque en realidad es un hombre frío e implacable con sus enemigos.

Llegó a ser tanto su poder que en el Distrito Federal, capital del país, tendió redes de distribución de drogas en bares y, sobre todo, tenía control del trasiego de cocaína en el Aeropuerto Internacional de México, uno de los puntos de mayor tráfico de estupefacientes en la nación.

Siempre trabajó para los Beltrán Leyva, particularmente para Arturo. Antes de que este muriera acribillado en un enfrentamiento con agentes de la Secretaría de Marina, en Cuernavaca, “La Barbie” estaba junto a él en aquella famosa fiesta en Tepoztlán hasta donde llegaron los marinos en diciembre del año pasado, pero un aviso permitió la fuga de ambos.

A la muerte de su jefe, Valdez se enfrentó a una parte del Cartel de los Beltrán que se autodenomina “del Pacífico Sur” y que se quiso rebelar a la organización y al liderazgo que ahora él ejercía.

El resultado ha sido un baño de sangre en Cuernavaca y Guerrero, donde han aparecido decenas de ejecutados, degollados y mutilados que cuelgan de puentes con letreros que reivindican venganzas y ajustes de cuentas entre “La Barbie” y sus enemigos.

De sicario a capo

El texano nació el 11 de agosto de 1973 y datos de inteligencia lo describen como un hombre a quien le gusta la ropa fina y las mujeres bellas.

Originario de Laredo, Texas, desde muy joven se incorporó primero al cartel de Sinaloa, escalando posiciones. Ahí pasó de ser un simple sicario al “brazo ejecutor” de Joaquín “El Chapo” Guzmán (prófugo de la justicia y luego socio de los Beltrán Leyva), que ordenó secuestros y asesinatos de sus enemigos.

“La Barbie” se convirtió en uno de los mariscales de campo en la guerra que el cartel de Sinaloa libró en varios frentes contra el cartel del Golfo y su entonces brazo armado, “Los Zetas”.

Primero, según la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), peleó contra “Los Zetas” por Nuevo Laredo y más tarde libró sangrientas batallas para controlar Acapulco.

Así lo agarraron

La detención de Valdez se dio en una finca rústica del municipio de Lerma, en el estado de México. El operativo para capturar a “La Barbie”, después de una labor de inteligencia de 14 meses, desplegó tres cercos de agentes federales, la mayoría vestidos de civil, para evitar una reacción de los sicarios que acompañaban al rubio narcotraficante.

El cerco de aproximación, formado por unos 300 policías federales, fue el que inició el acercamiento a la casa donde había sido ubicado, mientras los otros dos montaron un cinturón que bloqueó las posibles vías de escape.

Al aproximarse los agentes a la vivienda, se dio una balacera en la que los sicarios utilizaron incluso granadas de fragmentación, pero su capacidad de fuego disminuyó rápidamente y el capo pudo ser capturado junto con un grupo de sus más cercanos colaboradores.

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